Cómo atraer la buena suerte

Cómo atraer la buena suerte


EN 1938, el norteamericano S. Dieser protagonizó una serie de acontecimientos dignos de figurar en el libro Guiness de los récords.

Todo empezó el día en que decidió llevar una tortuga gigante en su coche. Durante el trayecto, el animal le mordió y Dieser, que no esperaba semejante agresión, perdió el control del automóvil que, tras volcar, acabó incendiándose.

Mientras se reponía en el hospital de sus gravísimas heridas, su novia se casó con otro. Poco después, un empleado vengativo quemó su casa (que no estaba asegurada) y un fuerte huracán arrasó toda su cosecha.

Más tarde, una vaca le embistió y tuvo que ser nuevamente hospitalizado. Durante la convalecencia, una enfermera se volvió loca y empezó a pegar tiros a diestro y siniestro. ¿A quién podía darle una bala?... Ni más ni menos que a nuestro hombre, a Dieser, causándole afortunadamente tan sólo un rasguño. Como no todo iba a ser desgracias, el hospital le pagó una fuerte indemnización que le vino muy bien, porque entre unas cosas y otras estaba arruinado.

Sorprendentemente, el pobre hombre no pudo disfrutar de su «buena suerte» porque nada más cobrar el dinero, perdió la cartera. Al poco tiempo y de una forma absurda, se vio envuelto en una pelea ajena de la que salió muy mal parado. Como es lógico, acudió a la policía que, lejos de ayudarle, le encerró. Pese a sus protestas, tuvo que cumplir una condena en la cárcel. Sólo más tarde se comprobó su inocencia.

Nada más quedar en libertad, Dieser conoció a una preciosa muchacha con la que decidió casarse por Navidad. La vida parecía sonreírle de nuevo, pero pocos días antes de la boda se descubrió que su novia era una conocida delincuente buscada por la policía, y todo se vino abajo.

Desesperado, se dio a la bebida. Como consecuencia de ello, sufrió una grave intoxicación etílica y tuvo que ser nuevamente ingresado en el hospital. Los médicos le habían desahuciado cuando, inesperadamente, sanó por completo y decidió rehacer su vida.

Mientras tanto, sus peripecias habían llegado a oídos del «Club de los pájaros de mala suerte», una asociación que entregaba un premio de 2.000 dólares a la persona que pudiera demostrar haber sido víctima de una serie de acontecimientos verdaderamente desafortunados. Dieser ganó el premio y a partir de ese momento su vida empezó a mejorar hasta el punto de labrarse una buena situación y llegar a ser un hombre feliz.

Aunque la mayoría de la gente nunca ha sufrido una racha como la del desafortunado Dieser, muchas personas se quejan de su mala suerte y culpan de ello al azar, al destino, a las estrellas o a algún rencoroso enemigo que les ha echado el mal de ojo...

Pero antes de sentirse marionetas a merced de la fatalidad o de la perversidad ajena, conviene recordar que lo último que hay que hacer es resignarse a ser carne de cañón de la mala suerte.

Amuletos y talismanes

Desde la más remota antigüedad los seres humanos han elaborado una amplia gama de recursos para tratar de controlar los caprichos de la suerte. Se suponía que los amuletos protegían a sus portadores contra enfermedades, hechizos, mal de ojo y otras adversidades producidas por espíritus y divinidades vengativas. La misión de los talismanes era atraer la buena suerte para conseguir alguna meta concreta.

En principio, los conocimientos científicos actuales deberían haber recluido aquellos fetiches en las vitrinas de los museos. Sin embargo, el mercado de amuletos y talismanes es hoy más floreciente que nunca porque la ciencia, con todos sus argumentos racionales, está muy lejos de proporcionar el apoyo psicológico que brindan estos objetos a la hora de afrontar situaciones que causan incertidumbre, temor o ansiedad. Lo más curioso de los talismanes es que incluso las personas que se burlan de «semejantes supersticiones», suelen usarlos en su vida cotidiana sin darse cuenta.

Si lo analizamos con objetividad, tenemos que reconocer que esa corbata, ese traje, ese broche o esos pendientes que nos ponemos en las ocasiones especiales porque nos «traen suerte», no son otra cosa que talismanes que nos aportan seguridad en momentos en los que nos encontramos solos ante el peligro porque creemos en ellos.

En realidad, estos objetos funcionan porque la fe que se deposita en ellos pone en marcha las enormes facultades de la mente humana que, la mayoría de las veces, están bloqueadas por obra y gracia del miedo y del escepticismo. El simple hecho de llevar un talismán y saber que se cuenta con su «ayuda», aumenta la confianza de la persona en sí misma y le permite enfrentarse a cualquier situación con más soltura, menos vacilaciones y, en definitiva, más acierto.

Si pensamos que un objeto nos da suerte, no dudemos en llevarlo encima porque actuará como catalizador de nuestra propia fuerza mental y, sin duda, nos traerá suerte.

Moraleja: dichosos aquellos que tienen fe, porque de ellos será el reino de la suerte.

Nacer con estrella Hace cien años, los astrólogos recurrían a la historia de Samuel Hemmings para demostrar la validez de su oficio. Hemmings nació el mismo día que el rey Jorge III, el 4 de junio de 1738, exactamente en el mismo momento y en la misma parroquia, San Martín de los Campos.

Hemmings se estableció como tratante de hierros en octubre de 1760, justamente cuando Jorge 111 se convirtió en rey de Gran Bretaña. Ambos se casaron en la misma fecha, 8 de septiembre de 1761, y sus vidas estuvieron repletas de acontecimientos paralelos. Los escépticos podrían objetar que esas coincidencias pudieron haber sido provocadas en un intento de emular al rey por parte de Hemmings. Sin embargo, hay una casualidad que no puede achacarse al afán de imitación: ambos murieron el mismo día, el 29 de enero de 1820.

Naturalmente, este caso y otros similares (como los descritos en Año Cero núm. 3) no demuestran que nuestras vidas estén regidas por las estrellas, pero al menos sugieren que muchas de las claves de nuestra existencia están relacionadas con el momento en que venimos al mundo. ¿Tendrá razón el refrán en que unos nacen con estrella y otros estrellados? Los astrólogos consultados por Año Cero están de acuerdo en que hay personas que astrológicamente tienen más facilidades en la vida, pero en última instancia todo depende del carácter de cada cual.

María Dolores Vicente, psicóloga y astrólogo, opina que lo verdaderamente importante es la actitud de la persona ante la vida, porque muchas veces se presentan oportunidades y no se aprovechan por el carácter. En la misma línea, la maga Ana María Ramírez sostiene que la suerte se la labra uno mismo.

Para atraer la suerte hay que actuar con coherencia.

Por ejemplo: el que quiera trabajar, debe buscar empleo y concentrar la energía hacia aquello que quiere conseguir. Esto se logra mediante una mentalización positiva y a través de talismanes personalizados que se pueden elaborar después de realizar un buen estudio astrológico.

Por su parte, la astróloga Rafaela Martínez opina que hay personas que nacen con suerte y Sergio Rivillo nos dice que «debido al momento del nacimiento hay personas que se tienen que enfrentar con más problemas que otras».

Experimentos psicológicos llevados a cabo en Inglaterra con niños y adolescentes, parecen reforzar la tesis de que la suerte depende de la forma de afrontar la vida. Si se confía en tener suerte, existen muchas más probabilidades de obtener lo que se desea. En este sentido, el proceso de aprendizaje es fundamental. Las experiencias vividas crean una actitud positiva o negativa ante las cosas, de tal manera que aquellos a los que les ha ido muy bien, confían en lograr nuevos éxitos y los consiguen. Mientras que aquellos que no han sido ungidos por la suerte, calculan que no la tendrán y no se emplean a fondo en los nuevos intentos. Por eso, si el éxito futuro depende de los logros pasados, hay que insistir una y otra vez hasta haber conseguido el primer triunfo.

Después, ¡todo será coser y cantar! Según Roger de Lafforest, el campo magnético que rodea a una persona tiene mucho que ver en la suerte que ésta tenga o provoque en su entorno. En su libro «Las leyes de la suerte» nos cuenta que varios investigadores norteamericanos descubrieron que la modificación del campo magnético borraba la fatiga laboral, permitiendo trabajar indefinidamente sin necesidad de descansar.

Experimentos posteriores, realizados con un individuo famoso por su gafe, probaron que al colocarle un pequeño imán sobre el plexo solar cesaban todas sus influencias maléficas. Pero bastaba con retirarle el aparatito para que éstas reaparecieran con más virulencia que nunca. Animados por los resultados, continuaron los estudios con otros sujetos llegando a la conclusión de que la variación del campo magnético sirve para curar el mal de ojo y volver inofensivos a los gafes, pero no puede dotar de buena suerte a quien no la tiene ni quitársela a quien la posee en abundancia.

En cambio, sí puede conseguir que individuos que no tienen ningún éxito sexual adquieran dotes de seducción... Según Lafforest, el «milagro» erótico se logra cambiando la frecuencia e intensidad de las vibraciones emitidas por el cuerpo humano, alargándolas o acortándolas en función de la llamada sexual del entorno. Pero no recomendamos a los amantes frustrados que se coloquen un imán en el pecho, porque los especialistas esotéricos aseguran que la modificación del campo vibratorio debe ser realizada por quienes sepan controlar los cambios que se producen.

Sin embargo, la mayoría de los científicos consideran que esta hipótesis carece de vigor.
La PES y la suerte

La historiadora y novelista británica Rebeca West acudió al Real Instituto de Asuntos Internacionales para investigar un episodio de los juicios de Nuremberg. Cuando miró en la biblioteca se sintió muy contrariada al comprobar que los sumarios se habían publicado de tal manera, que resultaba prácticamente imposible localizar alguno en concreto. Después de buscar inútilmente durante varias horas, se acercó a una de las muchas hileras de libros y le dijo al bibliotecario: «No lo encuentro, no hay forma. Podría estar en cualquiera de estos volúmenes». Mientras hablaba apoyó la mano sobre uno de los libros, lo sacó y lo abrió. No sólo era el que necesitaba sino que, además, lo habla abierto por la página exacta.

Para explicar este tipo de casos de «suerte», el parapsicólogo Rex G. Stanford elaboró una teoría según la cual incluso las personas más normales utilizan inconscientemente la percepción extrasensorial (PES.) o la Psicokinesia (PK) para conseguir lo que quieren. Esta es la clave de muchas «coincidencias» inesperadas, pero sumamente útiles.

Stanford bautizó a su teoría con el nombre de «respuesta instrumental mediatizada psíquicamente (PMIR)». Muchos supuestos errores, distracciones o impulsos repentinos tienen como origen una información llegada a través de la PES que el subconsciente trata de aprovechar modificando la conducta. Estas desviaciones involuntarias de la rutina tienen como finalidad ajustar el comportamiento del sujeto para que se encuentre con aquello que desea o necesita.

Los experimentos de Stanford demostraron que cuanto más fuerte es la necesidad, más fuerte es la PES. Entonces se preguntarán algunos: ¿por qué no conseguimos siempre lo que necesitamos?... Hay varias respuestas. En primer lugar, si la fuerza de la necesidad es muy grande, aunque la PES sea correcta, la conducta se vuelve desorganizada y se malogran los resultados. Además, cuando las necesidades son muy fuertes y van acompañadas de una sensación de ansiedad, conflicto o culpabilidad, la PMIR puede incluso volverse en contra del interesado. Esto explicaría esos «ataques» de mala suerte en los que las cosa empiezan a salir mal una tras otra...

Basta un cambio de actitud, una mentalización positiva, para enderezar el rumbo de los acontecimientos.

Existe otra causa por la que no siempre logramos lo que queremos y es que si algo es muy deseable (ganar la lotería, obtener un empleo, encontrar una buena vivienda), muchas personas tratan de conseguirlo y la PMIR de un individuo puede estar compitiendo con la de otros. Por eso, muchas veces el que consigue lo que quiere es el menos necesitado. Simplemente, es el más sereno.

La PES puede facilitar un encuentro «casual» con ese hombre o esa mujer que tanto le interesa, pero recuerde que si hay demasiada ansiedad se puede echar a perder un posible entendimiento. Stanford comprobó que bajo hipnosis y otros estados alterados de conciencia, la PES se incrementa notablemente y sugirió que ello se debe a que durante esos estados el cerebro se aparta de la racionalidad que le impone la vida cotidiana y puede desarrollar actividades psí.

Atento a su sueño

El sueño también facilita la PES. Se ha comprobado que antes de que ocurran catástrofes, muchas personas tienen sueños premonitorios. Pero no hace falta llegar a casos tan extremos para poner en marcha la percepción extrasensorial involuntaria. Cualquiera puede soñar con un amigo al que hace mucho tiempo que no ve y en centrárselo, de sopetón, al día siguiente. O que se mete en una trampa, justamente cuando le acaban de proponer un negocio. Así pues, preste atención a sus sueños.

Puede que no se le aparezca el profeta Mahoma, pero después de todo, usted tampoco es Sadam Hussein. Ahora bien, una cosa es captar informaciones y otra muy distinta, aprovecharlas. Por eso, los expertos recomiendan flexibilizar la conducta, salirse de las normas autoimpuestas, llegando incluso a la extravagancia. De esta manera se facilita la PMIR, permitiendo eso que alguien calificó de matrimonio de amor entre el deseo y su objeto.

La suerte, en una palabra.
Un último consejo: si es usted creyente, rece. Según Stanford, la PMIR y la respuesta a las oraciones son en realidad la misma cosa. Para este investigador, es la mente humana, a través de la psicokinesia, la que moviliza los recursos necesarios para lograr los objetivos de la plegaria. Así que, incluso en esta controvertida teoría, el acento sigue recayendo en la fe. En esa fe capaz de mover montañas y abrir las puertas de la suerte.

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