VERDADES Y MENTIRAS SOBRE LOS CIRUJANOS PSIQUICOS

Practican incisiones con los dedos, extraen tumores, quistes... Algunos dicen estar poseídos por el espíritu de cirujanos muertos. Los pacientes aseguran haber sido curados. La ciencia oficial los desaprueba pero muchos médicos admiten que se trata de milagros.
Es difícil, a los 38 años, decidirse a ser madre por primera vez. Especialmente si la suma de los informes médicos que ha venido solicitando a lo largo de los últimos 17 años, y que guarda cuidadosamente en su mesa de luz, señala sin excepciones que nunca podrá tener un hijo. Pero Zdenka es -pese a todo- optimista. Ella sabe que tendrá un hijo. Zdenka y Marcos, su marido, son hijos de yugoslavos radicados en el Nuevo Mundo. Sus padres huyeron, con los albores del siglo, de una de las tantas guerras que azotaron los Balcanes. Después de casi 20 años de matrimonio, lo que más desean es un hijo. En realidad, siempre lo han buscado; pero en vano. Para colmo, dos años antes -era fines de 1971- uno de sus periódicos exámenes médicos detectó en Zdenka un brote tuberculoso. ¿Un hijo? Jamás.
En 1991 Maretta cumplió 17 años. Tiene el cabello claro de su madre y la mirada del padre. Es hija de Zdenka y Marcos. Estudia diseño industrial.

LOS MÉDICOS BRUJOS
Dos años antes de que Maretta llegara al mundo, con porfiada esperanza sus futuros padres viajaron a Brasil. Habían oído hablar de un extraño curandero que, al parecer, efectuaba curas milagrosas. "Estaba realmente anonadada" explica Zdenka. "Deseábamos un hijo más que nada en el mundo. Pero los doctores no nos daban esperanza, así que nos entregamos a la voluntad de Dios. Y fue la mano de Dios la que nos condujo a Brasil y a la consulta de Arigó".
Usando sólo sus manos y un instrumento que Zdenka no acierta a definir (probablemente un par de pinzas de metal), el curandero sometió a la mujer a una suerte de intervención quirúrgica. "No hubo ningún calmante, ni anestesia", cuenta, "sólo me pidió que me estuviera sin moverme y que me encomendara a Dios. Tampoco hubo dolor. Sólo sentí una presión fuerte en el vientre, calor, y la sensación de que algo estaba escudriñándome las partes del interior".
Todos los años aumenta el número de personas que, desde todas partes del mundo, acuden a ver a estos curanderos, médicos brujos o chamanes. Estos atienden sin discriminar enfermos o enfermedades y lo hacen tanto en las zonas rurales de Galicia, España, en los pueblos de la estepa rusa, en favelas miserables de Sao Paulo y del Nordeste brasileño o en barrios pobres de Manila. A veces organizan suerte de tours y se mueven por el mundo. En 1991, por ejemplo, actuó en Buenos Aires un "equipo" de curanderos filipinos. Se rumorea que cobraban 500 dólares la consulta, aunque se reconoce que, en muchos casos, atendieron gratis a personas que manifestaron su falta de dinero.
Muchas veces realizan sus esfuerzos bajo cierta supervisión médica, pero también muchas veces hacen su trabajo al margen del control legal o académico.


LA OPINION DE LA CIENCIA OFICIAL
Si bien ante algunos casos debidamente estudiados y documentados la medicina oficial guarda dudoso silencio -quizá porque lo que parece imposible pudo haber sido logrado por estos sanadores empíricos-, la mayor parte de las intervenciones quirúrgicas que estos realizan es calificada de fraude. "En realidad no operan, es decir, no atraviesan la piel del paciente. Simplemente presionan con fuerza con los dedos mientras rompen una ampolla con sangre de animal para que dé la impresión de que se introducen en el interior del cuerpo. En cuanto a los objetos que dicen extraer, sólo se trata de un hábil truco de prestidigitación: no sacan nada, porque nada pueden sacar", sostiene el doctor Mathew E. Arnold, en Londres, quien ha estudiado muchos casos de curanderismo.
De la misma opinión es el médico italiano Francisco Mandarino, profesor de la Universidad de Roma. Mandarino viajó a Filipinas con uno de sus pacientes que iba a ser operado por un sanador -que suelen recibir el nombre de psico-cirujanos-. Observando la intervención, el médico adquirió la certeza de que se hallaba en presencia de un fraude. Decidió entonces someterse a las manipulaciones de estos curanderos.
El doctor Mandarino poseía en un brazo unos quistes no malignos, que pensó le iban a extirpar. No lo hicieron. En cambio lo "operaron" de inexistentes cálculos hepáticos. Más aún. Pudo recoger unas gotas de la sangre que supuestamente brotó de la "operación" y, más tarde, al hacerla analizar, se pudo constatar que se trataba simplemente de anilina.
No siempre, empero, es tan sencillo emitir un juicio sobre estos curadores y sus manos mágicas. El caso de Zdenka, es uno de ellos. En realidad los cirujanos milagrosos operan desde un área muy poco investigada: la fe y sus efectos reales, advertibles y mensurables sobre la mente y el cuerpo humanos. Con la fe todo es posible, es la leyenda que preside el consultorio de Alex Orbito, uno de los más famosos sanadores filipinos.


EN ELCONSULTORIO DE ORBITO


Al llegar el paciente y tenderse en la camilla, Orbito recorre el cuerpo con ambas manos, palpando, tocando y masajeando. Ignora qué es lo que aqueja al enfermo, pero las yemas de sus dedos exploran, moviéndose con libertad y paciencia sin límites. Hasta que -de pronto y sin aviso- encuentra el punto afectado. Entonces hunde la mano, y a veces hasta medio brazo, en el cuerpo del enfermo. Sale mucha sangre y en ocasiones el dolor es intenso. Tras unos minutos de manipulación, extrae del cuerpo algo, cesan el dolor y la hemorragia. Unos pases sobre la herida la cierran y borran totalmente. El paciente, por lo general, abandona el sitio por sus propios medios.
Orbito ha sido controlado por cirujanos habilitados que dieron en cada oportunidad fe de la curación, aunque no pudieron explicar las razones de la misma. Es interesante hacer notar que las intervenciones de Orbito, y las de otros sanadores filipinos como el matrimonio Elizalde, Antonio Agpaoa, Rosa Bastos, etc., han sido profusamente fotografiadas, y en dichas fotos se pueden apreciar sin lugar a la menor duda las incisiones (verdaderos "agujeros", sostuvo un fotógrafo) practicadas en los cuerpos de los pacientes. Por lo demás, la camisa del "operador" y las ropas del enfermo suelen quedar manchadas de sangre.
La ciencia oficial es lenta -a veces demasiado- para aceptar realidades que prefiere dejar de lado, en el limbo de la mitología popular. Por otra parte la innegable existencia de fraudes que suelen envolver gruesas sumas de dinero, aportadas por un mundo sufriente al que la medicina no ofrece esperanza, hacen muy complejo desentrañar este misterio: el de quienes operan con las manos.
EL PODER DE LA MENTE
Se dice que la mente guarda el secreto final de la vida de los seres humanos. En la mente reside la causa final de por qué nos enfermamos, por qué mejoramos y por qué resentimos o no la calidad de nuestra vida. A través de una máquina estupenda, como lo es el cerebro, la mente elabora todo el conjunto de medicinas que el cuerpo necesita. Lo hace constantemente; de lo contrario sería imposible que pudiéramos vivir, dada la complejidad de nuestros procesos vitales. Sólo que no existe un mapa que ubique la mente en parte alguna del cerebro. La mente es lo intangible actuando sobre la materia.
Muchos psíquicos sostienen que los curanderos o chamanes gozan del don de poder trabajar directamente sobre la mente del enfermo, activando consciente o inconscientemente los procesos que darán lugar a la curación y posterior completo restablecimiento del paciente. De hecho, todos los estudios realizados sobre chamanismo en comunidades denominadas primitivas, como es el caso de ciertas etnias indígenas de América, esquimales, autralianos y polinésicos, dan más o menos el mismo cuadro. El chamán o médico brujo aduce entrar en contacto con potencias superiores al ser humano: ángeles, demonios, espíritu de los muertos, dioses, tótems, etc. y obtener de ellos los poderes para detectar la enfermedad, el daño hecho por hechicería u otra fuente del mal y actuar en consecuencia.
Hoy sólo los muy ignorantes ríen de esta pretensión. El orgulloso y tecnológico siglo XXI se da cuenta, casi al principio, de que hay más cosas que las que podemos entender; incluso, hay más cosas de las que podemos llegar a imaginar.
DOS CLASES DE CURANDEROS
Hay dos clases de médicos empíricos o curanderos (estas personas reciben infinidad de nombres). Aquellos que entran en alguna clase de trance antes de proceder al diagnóstico y cura, y aquellos que no requieren de un estado especial de la conciencia. Estos últimos son los curanderos propiamente dichos, y pululan en el campo y las barriadas pobres. Su actividad, por lo general, se limita a curar enfermedades como el "empacho", mediante la operación de "tirar el cuerito", recetar ciertos elixires contra la tos, los gusanos de los animales y parásitos intestinales de las personas. Un grupo especial de estos parece concentrarse en la facultad de arreglar huesos fracturados. Son realmente depositarios de la sabiduría médica popular. A veces aciertan, a veces yerran. Suelen usar remedios de origen vegetal con los que preparan cataplasmas y jarabes.
Los otros, aquellos que operan con las manos, se dividen en dos clases: los que entran en trance acusando ser cabalgados o poseídos por el espíritu de un muerto -generalmente un médico del pasado- y aquellos cuyo trance evidencia que se ponen en contacto con potencias superiores: ángeles o santos, por lo general. No siempre operan, muchas veces les basta la ceremonia de los pases (imposición de manos) para producir la cura o, al menos, una mejoría inmediata en el enfermo.

LAS MANOS QUE CURAN

Famoso es el caso del carpintero británico Stephen Turoff, quien afirma que se le incorpora en los momentos previos a sus intervenciones quirúrgicas, el espíritu de un médico alemán de principios de siglo, un tal doctor Kahn, que es quien realmente efectúa las cirugías a mano desnuda, no siendo él, Turoff, más que el instrumento físico de aquel. Turoff realiza entre 15 y 20 intervenciones diarias en Inglaterra y otros países europeos. Se dice que por ellas no cobra más honorarios que los que sus enfermos, una vez curados, acuerdan darle.
Otro caso famoso, esta vez un curador por pases de las manos (magnetismo), fue el de un abogado chileno de apellido Galdames, quien durante unos 40 años, entre fines del siglo pasado y primer tercio del actual, sanó a miles de personas de las más diversas enfermedades, en Santiago y la ciudad de Talca, especialmente. Galdames también entraba en trance y era poseído por un médico alemán que, en ocasiones, se dirigía a los familiares de los pacientes aconsejándolos sobre materias de higiene y otras cuestiones conexas con las necesidades del enfermo.
Un prominente pediatra argentino que prefiere permanecer en el anonimato confesó, por su parte, que no cree en los poderes sobrenaturales de los sanadores empíricos, pero que había tenido conocimiento de curaciones poco menos que milagrosas sobre niños afectados de males por lo general incurables, como leucemias perniciosas. "Es muy difícil poder ubicarse en un centro desde el cual se pueda precisar dónde termina la verdad y dónde comienza el fraude", opinó. "Especialmente cuando el enfermo es un chico desahuciado. Al desgarro que produce la enfermedad, se agrega el dolor de los padres, la impotencia del médico y la indefensión de un paciente, que refleja nuestra propia situación ante fenómenos que están más allá de nuestra actual capacidad de comprensión".


CONCLUSIÓN
¿Son reales o no las operaciones y posteriores curaciones practicadas por estos magos-médicos? Sea fraude o realidad más allá de la ciencia, son miles los casos de personas que se han curado milagrosamente de enfermedades terminales. Por esta razón, muchas personas aquejadas por dolencias graves acuden con angustia a quienes operan con las manos logrando, al menos, sanar por la profundidad de su fe. Pero también es cierto que la mayoría de estos sanadores -especialmente los considerados más serios- recomienda a sus pacientes no abandonar por ninguna razón el tratamiento médico que estén llevando a cabo.
La explicación que dan sobre esta advertencia es que su práctica actuaría como un complemento de la medicina tradicional: abrir poderosamente los centros de energía del paciente para que, de este modo, él pueda colaborar con su médico, absorbiendo mejor las medicinas y aportando uno de los instrumentos más poderosos para recuperar la salud, como es la confianza en la propia curación.
Ellos afirman que todo, en la vida, es energía. De modo que la enfermedad no sería más que un deterioro o una baja de energía producida por diversos factores, generalmente combinados:

1) Una alimentación inadecuada y nociva, ingerida por un período largo de tiempo de modo que llega a provocar verdaderas enfermedades.

2) Las actitudes y los pensamientos negativos que atenían contra la salud como, por ejemplo, mentir, vivir criticando a los demás, envidiar los logros ajenos, etc.
Aunque a usted le cueste creerlo, sus resentimientos, sensaciones de culpa u odios, así como su imposibilidad de perdonar a alguien que lo haya dañado y por quien, durante años, ha guardado un profundo rencor, pueden transformarse en enfermedades graves. Tal vez este factor sea el más fuerte de todos, ya que nada afecta más nuestro cuerpo y nuestra salud que el hecho de ser espiritualmente débiles: quien siente odio, quien miente, está debilitando su energía. No crea que se sentirá mal al perdonar ni que lo tomarán por tonto. Se trata de un perdón interior, profundo, que no requiere ser manifestado a la persona en cuestión y mediante el cual quien realmente se libera no es el perdonado sino la persona que perdona. Incluso, puede tratarse de seres que han fallecido hace mucho y a los cuales, sin embargo, aún no hemos perdonado.


COMO ES UNA OPERACIÓN MÁGICA
El paciente se encuentra recostado sobre una camilla. Está con sus ropas puestas. Es una habitación modesta. Los postigos están cerrados y toda la luz proviene de una escuálida lamparita de 40 watts que pende del techo. Hay un intenso perfume a incienso en la atmósfera: el humo sale de un pebetero que cuelga delante de un cuadro que representa el Sagrado Corazón de Jesús. Al otro lado del cuarto, poco visible, un altar sobre una mesa con ofrendas frutales. La camilla, en todo semejante a las que se encuentran en los hospitales, ocupa casi el centro de la pieza. Pegada a la pared, un estante que contiene una botella de caña blanca (licor fuerte hecho a base de destilación de la caña de azúcar), un frasco de alcohol de 90 grados, vendas, tela emplástica, tijeras, pinzas comunes, un paquete de algodón y muy poco más.
El "médico" se persigna ante la imagen, permanece un instante en silencio. Luego se dirige hasta el anaquel donde se encuentra la botella de licor. Con los ojos cerrados bebe un largo trago, directamente desde el envase. Tras unos segundos que parecen de meditación, con paso firme y pausado, se vuelve hacia el enfermo.
Acto seguido hunde sin vacilar el dedo índice de la mano derecha a un costado de la cicatriz. Salta un chorro de sangre, que corta en unos segundos. La sangre, empero, no dejará de manar a lo largo de la operación, que dura alrededor de tres minutos.
Pregunta al paciente si sufre. Al comienzo, éste afirma no sentir nada. Pero en pocos segundos cambia su aspecto. "¡Duele, duele, duele mucho!.... Aaay, por Dios que duele...", grita. Trata de incorporarse, pero el ayudante se lo impide. El hombre suda y su rostro luce pálido, amarillo.
Con los ojos cerrados, el curandero parece buscar algo en el interior de la herida que abrió. La sangre es un hilo finísimo que mancha el pantalón del enfermo.
Por último, alza la mano y muestra lo que parece un coágulo sanguinolento. El enfermo se ha calmado y su respiración se normaliza. No parece sufrir. "-¿Ya no duele, verdad?"
"-No, ya no duele. ¡Doctor, no me duele! -dice el paciente, todavía muy pálido. "-Puedes levantarte e irte. -Dice el curandero. Y agrega- Pero recuerda, hay que tener fe en Dios".
Horas más tarde, el paciente fue revisado por un médico. Este constató la existencia de una herida en franco proceso de cicatrización. Calculó la lesión como de unos seis días de antigüedad, superficial, y no prescribió medicación alguna. Examinada a través de rayos x, no se evidenció daño ni se adviertieron marcas de manipulación interna. El enfermo, en todo caso, camina sin dificultades desde entonces.

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