ESPIRITISTAS, EXPLORADORES DEL MAS ALLÁ


Dotados de una fina sensibilidad y preparados para comprender el mundo de los muertos, se esfuerzan por establecer contactos que les permitan captar los mensajes enviados por entidades del Más Allá para difundirlos luego entre los seres vivos.

Desde la antigüedad, la comu­nicación con los muertos fue una de las preocupaciones básicas de los hombres. Casi todas las religiones y mitologías del pasado dedicaron, en tal sentido, largos capítulos a los contactos con el Más Allá. Sin embargo fue recién a mediados del siglo pasado cuando una corriente filosófica decidió enca­rar sistemáticamente la relación con el reino de ultratumba. Esa corriente es el espiritismo, que puede definir­se como una doctrina que afirma la existencia de los espíritus y busca comunicarse con ellos.

LAS TRES ÁREAS DEL SER HUMANO

Según la teoría espiritista el ser humano está conformado por tres áreas. Ellas son el alma inmortal, que es inmaterial y forma parte del fluido cósmico; el cuerpo físico, la materia, corrompible y mortal; y el periespíritu que es el enlace entre el cuerpo y el alma. Mientras una persona se encuentra viva estos tres elementos están unidos de tal forma que es muy difícil distinguirlos por separado. Cuando el individuo muere, el alma se retira del cuerpo ro­deada por el periespíritu, que es fle­xible, expansible y está sujeto a la voluntad del alma. Por eso, los espi­ritistas dicen que una vez que el cuerpo muere, el alma se descomprime y puede transformarse a vo­luntad gracias a las formas que adopta el periespíritu.

¿DÓNDE MORAN LOS ESPÍRITUS?

Los espíritus habitan distintos mundos y planetas que existen paralelamente al nuestro. Se movilizan a la velocidad del pensamiento, no pueden dividirse y ningún obstáculo los detiene. Pueden, entonces, sal­tar de mundo en mundo. Los espíri­tus, dicen los espiritistas, son los se­res inteligentes de la creación. Pue­blan el universo fuera del mundo material y son incorpóreos.
Muchos espíritus, sin embargo, se resisten a dejar nuestro mundo y siguen atados a él de diferentes for­mas. Ello ocurre porque no están totalmente desmaterializados. En ge­neral, los espíritus errantes van donde tienen simpatías, atraídos más por las personas que por las cosas materiales. Los que prefieren los ob­jetos son espíritus inferiores, como por ejemplo los que en vida pertene­cieron a una persona avara y cuidadosa de sus pertenencias.
Contrariamente a lo que suele creerse, los espíritus no retornan en busca de su cuerpo ya que éste no les interesa más desde el momento de su muerte. Por eso los cemente­rios sólo están repletos de espíritus en la imaginación popular. Cuando sienten una especie de cariño por algunas personas, los espíritus van en su busca. A veces para estar cerca de ellas y otras para intentar comu­nicarse. Puede ocurrir que un espíritu bus­que a un individuo pa­ra vengarse por algún daño recibido en vida. Son espíritus dañinos.
Cuando un espíritu visita una casa no sig­nifica necesariamente que durante su vida habitó en ella. Tampo­co es una regla que todos los espíritus re­tornen al lugar donde residieron antes de morir. Los espíritus elevados ya no re­cuerdan su cuerpo, ni su casa, ni nada que haya quedado en nuestro mundo.

LOS DIFERENTES TIPOS DE ESPÍRITUS
La teoría espirita sostiene que exis­ten infinitas clases de espíritu. Sin em­bargo los cataloga en tres grandes gru­pos. Estos son: los espíritus puros, o sea los que han alcanzado la perfec­ción universal; los que se encuentran a mitad de camino en su evolución y se interesan por el bien; y los imperfectos, presos de sus pasiones y deseosos de hacer el mal.

Como los espíritus puros no se co­munican con el mundo de los vivos, salvo muy raras ocasiones, lo más impórtate es saber diferenciar a los bon­dadosos de los imperfectos entre aque­llos que aún tienen algún nexo con nuestro universo. Para ello, los espiri­tistas dicen que basta observar sus manifestaciones. Por ejemplo, los espí­ritus buenos sólo hablan de lo que sa­ben y confiesan su ignorancia. En cam­bio, los espíritus bajos hablan de cual­quier cosa con presunta autoridad y nunca admiten que desconocen un te­ma.

Otra de las características que según los espiritistas sirve para distinguir a un espíritu bueno de uno malo es que el primero nunca se expresa de manera autoritaria. Ellos nunca mandan, sino que aconse­jan. Si no son escuchados se retiran. En cambio, los malos son imperativos, se la pasan dado órdenes y quieren ser obedecidos a cualquier costo. Tampoco se van cuando uno les formula el pedido.

LAS COMUNICACIONES
Esta doctrina sostiene que la comunicación con los espíritus es posible y separa estos contactos en cuatro grandes gru­pos. El primero es el de las comunicaciones lla­madas groseras, que son las que provienen de espíritus sujetos a las impurezas de la materia y que se manifiestan en expresiones duras e impúdicas. Lue­go están las comunicaciones frívolas, que se traducen en burlas y chistes sin sentido aparente, como por ejemplo platos que vuelan por el aire, etcétera. Estas son generadas por espíritus traviesos o superficia­les, categoría en la que entran los duendes que durante grandes épo­cas históricas poblaron las tradicio­nes populares. A continuación se registran las comunicaciones formales, que según los espiritistas tienen un fin útil, aunque a veces pueden ser peligrosas para quienes las reciben por transmitir información errónea. Finalmente tenemos las comunica­ciones instructivas, que son una va­riante de la comunicación formal, pe­ro tienen por objeto la transmisión de una enseñanza trascendente. Es­ta última es la relación que se produ­ce, gracias al médium, con un espíri­tu elevado.
NECESIDAD DEL MÉDIUM
A diferencia de otro tipo de teorías que postulan la comunicación con los muertos, los espiritistas sostienen que la única forma de vincularse con los es­píritus es a través de un médium. Si no existiera este enlace entre los dos mundos se considera que la comunica­ción sería imposible. Aunque se sostie­ne que casi todas las personas son médiums (los espiritistas dicen que es una facultad inherente al hombre y no un privilegio exclusivo), lo real es que no son muchos los que han desarrolla­do el don al punto de poder ejercerlo con autoridad. Entonces, aunque todos tengamos esta facultad latente, son po­cos los que han logrado el suficiente grado de sensibilidad como para especializarse en las técnicas de la comuni­cación.
Partiendo de esta base los adeptos hablan de tres grandes grupos de mediumnidad: de desdoblamiento (el alma y el espíritu abandonan la envoltura fí­sica del médium mediante el cordón umbilical); de incorporación (el espíritu habla y actúa luego de introducirse en el cuerpo del médium); y de explora­ción directa (el espíritu se hace carne en una persona sensitiva que se mani­fiesta a veces en estado consciente y en ocasiones en estado hipnótico).
A su vez, dentro de estos grandes grupos se contabilizan otras jerarquías mediúmnicas. Estas se basan en la for­ma en que el médium es utilizado por el espíritu para comunicarse con los vi­vos.
En esta división tenemos médiums auditivos (que solamente oyen la voz del espíritu); médiums videntes (que solamente lo ven); médiums sensitivos (que sienten una vaga presencia que se manifiesta en torno a ellos); médiu­ms psicógrafos (que cuando están po­seídos manifiestan los deseos del espí­ritu a través de la escritura automática); y médiums curanderos (que son los que sanan con la mirada, con el tacto o con gestos simples que el espíritu man­da a través de ellos).
Asimismo, cabe señalar que los médiuns pueden ser naturales (los que producen fenómenos en forma espon­tánea y sin participación de su volun­tad) o facultativos (aquellos que tienen el don de producir los fenómenos por un acto voluntario),
SESIONES DE COMUNICACIÓN
Las sesiones de comunicación con los espíritus pueden llevarse a cabo de dos maneras distintas. La prime­ra, cuando se realiza por el simple deseo de adentrarse en el Más Allá; la segunda, cuando en cierto lugar se constata la presencia de un espí­ritu que causa problemas. En ambos casos, una sesión tradicional se rea­liza alrededor de una mesa redonda y con el sensitivo tomado de las ma­nos, con no más de tres o cuatro consultantes.
Contrariamente a lo que suele creerse, las sesiones se efectúan a cualquier hora del día, ya que los es­píritus no se rigen por nuestra medición horaria tradicional. (Por eso hay que sospechar cuando alguien afirma que los espíritus se manifiestan en determinado sitio, únicamente por la noche. Esta es una creencia sustentada en el miedo a la oscuri­dad y no tiene ningún fundamento).
Una vez que todos los asistentes están tomados de las manos el médium invoca a los espíritus presen­tes para que se manifiesten. Generalmente, éstos lo hacen de acuerdo con las particularidades del médium (sensitivo, auditivo, vidente, etcéte­ra) ya explicitadas líneas arriba. En ningún caso personas poco prepara­das podrán observar dichas manifes­taciones, y las mismas estarán re­servadas al sensitivo. A él deberán estar dirigidas las preguntas y será él quien hable o escriba para respon­der.
La experiencias de todas las personas consultadas por nosotros coinciden en que cuando el mé­dium entabla una co­nexión con el espíritu hay "algo" que parece manifestarse también para ellos, aunque con menor intensidad. En lo que atañe a la credi­bilidad, hay que con­fiar en las manifesta­ciones del médium que dejan entrever una comunicación real con el espíritu convo­cado (por ejemplo, existen datos sólo conocidos por el muerto y los que consultan por él). En el extremo opuesto, se debe des­confiar de las generalizaciones al estilo de "no frecuentes malas com­pañías" o "ten cuidado al cruzar las calles" que suelen poblar las sesio­nes de falso espiritismo.
Cuando el médium se expresa en forma tranquila, ello quiere decir que el espíritu que se manifiesta es bue­no. En cambio, si el médium se convulsiona y profiere gritos agudos significa que se está en presencia de una entidad negativa. Uno casos más impresionantes de comunicación con los espíritus es la que se da a través de médiuns que re­producen fenómenos pneumográficos. Por ejemplo, la escritura automática en una pizarra sostenida por los participantes por debajo de la mesa.
Esta es una variante de las comu­nicaciones más segura, al punto que es la única sobre la que no ha sido posible detectar fraude alguno en decenas de años de espiritismo sis­tematizando. De cualquier manera hay que destacar que algunos espíritus mien­ten (no, como ya diji­mos, los de naturaleza bondadosa) y mediante artilugios hacer tomar los consultantes medidas inapropiadas o simplemente peligrosas. Los especialistas sostienen que estos espíritus, sean malignos traviesos, en algún momento van a quedar al descubierto, en especial sí el médium tienen sus dones lo suficientemen­te desarrollados.

MANIFESTACIONES FÍSICAS

Las acciones de los, espíritus que se tradu­cen en manifestaciones físicas (movimientos de objetos, golpes etcétera) son muy frecuentes. Ciertos ruidos esporádicos que se escuchan en un hogar pueden ser pro­vocados por algún espíritu inquieto con intenciones de comunicarse, aun­que generalmente pase desapercibi­do. Por esa razón, los espíritus que tienen una gran necesidad de hacerse oír (en el caso de los bondadosos) o de molestar (en el de los malignos) suelen insistir hasta que su presencia se torna insoportable.

Mientras la parapsicología atribuye a las energías mentales los fenóme­nos conocidos como poltergeist. el espiritismo sostiene que los mismos son producidos por espíritus. Sin em­bargo algunas corrientes internas de ambas disciplinas creen que se trata de un fenómeno en el que convergen las dos alternativas. La ciencia positiva, por su parte niega por igual las dos variantes y brinda explicaciones racionales para cualquier fenómeno en el que interviene un médium. El de la sugestión es el más utilizado. Sin embargo, las crónicas del espiri­tismo son tan abundantes como con­tundentes en lo que atañe a la expo­sición de casos.

LOS ORÍGENES DE LA DOCTRINA
Hasta el mes de di­ciembre de 1847, nadie había con­feccionado un método para comunicarse con los espíritus. Los golpes en las paredes, las músi­cas llegadas de ultra­tumba, las voces sin ori­gen, siempre fueron re­gistrados en todos los rincones del planeta. Sin embargo fueron las hijas del pastor metodista John D. Fox, en el ba­rrio newyorquino de Arcadia, quienes iniciaron la comunicación con los espíritus mediante técnicas sistemati­zadas. La familia, luego de mudarse a una casa cuyos anteriores inquilinos habían abandonado por los extraños ruidos que se percibían, comenzó también a escucharlos periódicamen­te. Margaret y Katie, de 15 y 12 años respectivamente, no solo no se asus­taron, sino que creyeron necesario responderlos.
Ayudadas por su madre, las chicas inventaron una especie de código basado en golpes, a través del cual se comunicaron con el espíritu que habi­taba la casa. En varios diálogos, las mujeres consultaban y del otro lado recibían la respuesta. Un golpe signi­ficaba "sí" y dos golpes "no". De esa forma, las Fox lograron determinar que el espíritu pertenecía a un anti­guo morador que había sido asesinado. Guiadas por sus indicaciones, madre e hi­jas encontraron los res­tos de una mandíbula humana y mechones de cabello enterrados en el sótano de la mansión.
A partir de allí la fama de las hermanas Fox se extendió por el mundo y ellas convertidas en las primeras médiums reco­nocidas como tales se dedicaron a atender consultas de personas llegadas desde los sitios más remotos. De esta forma comenzó el auge del espiritismo, que medio siglo más tarde ya contaba con cuatro millones de adeptos en América y Europa. Hay que señalar, asimismo, que la organización doctrinaria del espiritis­mo estuvo a cargo de un francés lla­mado Hipoolyte León Denizard Rivail, aunque la historia lo recuerda con su seudónimo de Alian Kardec. Este hombre fue el codificador y principal responsable de la propagación masi­va del espiritismo. En la actualidad, solamente en Brasil hay unas 65 so­ciedades espiritistas confederadas, 120 agrupaciones libres, unas 500 escuelas de doctrina y unos 50 hos­pitales en los que se cura a los pa­cientes mediante el espiritismo mediúmnico. En la Argentina, por citar otro ejemplo, los espiritistas llegan al millón seiscientos mil.

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