EL ENIGMA DE LA VISIÓN PARAÓPTICA O DERMOVISION


¿Cuál era el origen de las prodigiosas facultades de la niña rusa, Rosa Kuleshova que, desde su tierna infancia, no sólo leia por el sistema Braille sin ser ciega, sino que también leía con los ojos vendados cualquier impreso corrriente? ¿De dónde provenía su capacidad de adivinar las imágenes de una fotografía cuando también se le habían vendado los ojos?

Durante algún tiempo estuvo de moda presentar ante las cámaras de televisión diversos personajes que podían realizar experiencias de carácter paranormal, para distracción de los televidentes cómodamente instalados en su casa. Desfilaron individuos conocidos -y que sabían cobrar por ello- como Úri Geller y otros. Y de vez en cuando se presentaban niños formando grupos, acompañando a una maestra que afirmaba lo siguiente: las criaturas poseían el don de la visión paraóptica. Una psicóloga de la escuela interesada en esta curiosa facultad les había enseñado a distinguir el color de los objetos y a leer frases enteras de un libro, los ojos vendados, con sólo pasar los dedos o la palma de la mano por encima. Mucha gente pensó al contemplar aquel hecho extraordinario que había en ello un truco, porque únicamente por los ojos es posible ver las cosas de este mundo.


Pero hay personas que opinan lo contrario. Son numerosas los científicos serios que han dedicado a estudiar este curioso fenómeno, que recibe el nombre de visión paraóptica.


Las noticias llegadas desde la China Popular

Recientes investigaciones realizadas por el Dr. Herschel Leibowitz, profesor de psicología en la universidad de Pennsylvania, le hicieron llegar a esta conclusión: lo seres humanos poseen dos clases de visión. Una permite verlo todo por medio de los ojos, de acuerdo con el espectro luminoso visual. Pero existen también una visión ambiental, más acentuada entre los ciegos, que les dice de manera inconsciente dónde se encuentran en relación con los objetos que les rodean. De esta manera pueden evitar los obstáculos en su camino. Pero existe una tercera visión, terminaba diciendo el Dr. Leibowitz, en la que parece intervenir simplemente la piel de los individuos.


En la primavera de 1979, la prensa china informó acerca de unos curiosos casos sucedidos en la provincia de Sechuán, en un lugar misterioso y casi sagrado donde se yergue la montaña de Amme Machin, que según afirman en la localidad supera en altura al Everest. Un periódico de Chengdu, capital de esta provincia meridional cercana al Tibet, que es atravesada por el río Yang Tse-Kiang, informó sobre una jovencita que podía leer por medio de sus orejas.


Acercaba una hoja impresa a cualquiera de sus orejas, como si estuviera hablando por teléfono, y le resultaba sencillo leer el texto. La noticia fue reproducida por la prensa de todo el país e incluso en el extranjero. A esta noticia hubo que añadir la de otro niño que poseía idéntica propiedad. Se descubrió entonces que otros niños sabían identificar el color de un papel con sólo olerlo. Y se dio a conocer el caso de dos hermanitas vecinas de Beijing, que poseían esta habilidad. Wang Bing y Wang Ginag, de 11 y 13 años, respectivamente, podían leer un texto colocándolo bajo la axila. Decían que lo veían muy claramente con la mente.


Una niña rusa fue la precursora

Pero muchos años antes de darse a la publicidad lo sucedido en china, la ciencia había estudiado ya el caso de Rosa Kuleshova, desde el año 1964. Había nacido Rosa en 1941 en la población de Nijni Taghil, en los montes Urales, y entre sus familiares se presentaron algunos enfermos de ceguera congénita.
A la edad de 22 años, Rosa sufrió un ataque de epilepsia y tuvo que ser conducida por sus padres al Instituto de Neurología de Moscú. El Dr. Issac Goldberg, quien estuvo a su cuidado, se enteró de que la joven había aprendido a leer en su niñez por el sistema Braille, a pesar de no ser ciega. Quiso Goldberg saber si era cierto y puso a prueba a Rosa. Se llevó una enorme sorpresa.


No sólo demostró la joven que podía leer con soltura el Braille, sino cualquier texto, aunque no hubiera sido impreso en relieve. Le bastaba con pasar por encima la yema de los dedos. El neurólogo realizó varias pruebas, en busca de un fraude. Nada halló. La joven obraba de buena fe. Por alguna razón que el Dr. Goldberg no terminaba de comprender, su paciente parecía leer a través de los poros y podía reconocer la forma de cualquier objeto o persona representada en una fotografía cuando tenía los ojos vendados.


¿Cómo explicar tan extraña facultad? ¿Era capaz de leer la joven por conducto de la piel, provista de células nerviosas muy sensibles, capaces de apreciar los diferentes tonos de luz que recibía la piel de su mano? ¿veía los objetos por conducto de la mente?.


No tardó en aparecer un émulo de Rosa Kuleshova , en su propia patria. Es muy posible que hubiera centenares de ellos en el mundo, pero desconocían la mayoría lo que le sucedía a Rosa, o tal vez pensaban los familiares que se trataba de algo que era preferible no dar a la publicidad. La otra joven se llamaba Tania Bikoskaia y sus increíbles facultades serían estudiadas por los psiquiatras del Instituto Médico de Kuban, bajo la dirección del Dr. Dyakonov. Confesó la joven que una noche, encontrándose acostada, deseó leer un libro y como sintiera pereza de levantarse de la cama para agarrarlo, pudo conocer su contenido sin tener el volumen en sus manos.


En casi todos los casos mencionados hubo un elemento común. En primer lugar, quienes poseían ese don de la visión paraóptica pertenecían al sexo femenino. Y habían sufrido, en su mayoría, ataques de epilepsia en algún momento de su existencia. Y es sabido que la epilepsia parece ser el resultado de un desequilibrio eléctrico y químico en el sistema nervioso, que actúa de manera incomprensible en los fenómenos de la mente.


Se conocen ejemplos anteriores al de Rosa


Cesare Lombrosso (1835-1909), famoso médico y criminalista italiano, autor de la teoría de que el criminal es tan sólo un enfermo que debe ser curado, estudió a fines del siglo pasado el caso de una muchacha de 14 años que se quedó ciega de resultas de un ataque de epilepsia. Pero, si perdió el sentido de la vista a través de sus ojos, lo adquirió por conducto de otras partes del cuerpo. Comprobó el Dr. Lombrosso que la joven veía por el lóbulo de ambas orejas también por la punta de la nariz. A continuación vendó los ojos a su paciente, para estar seguro de que no haría trampa. Después le pidió que caminara por sí sola. La joven pudo orientarse perfectamente, sin golpearse contra las paredes ni tirar objetos al suelo mientras caminaba.


Otro caso singular fue el de la niña Margaret Foss, también de 14 años, nacida en Ellerston, pueblecito del estado de Virginia. Decía el padre, empleado de los ferrocarriles, 1944, que cuando su hija jugaba a la gallina ciega, sus compañeras de juego la acusaban de hacer trampa, porque la veían evitar los obstáculos con facilidad y atrapaba a la niña que le venía en gana.


En enero de 1960, Margaret fue examinada por unos psiquiatras. Cubrieron los ojos de la muchacha con una venda y dieron comienzo las pruebas. Margaret demostró que podía leer sin necesidad de utilizar los ojos, lo mismo libros que revistas. Y recogía objetos que los médicos dejaban caer con toda intención y jugar al ajedrez sin ningún titubeo.
Se ignora si Margaret Foss sufrió alguna vez de epilepsia o de cualquier otra afección nerviosa que pudiera haber puesto de manifiesto sus increíbles poderes psíquicos. Pero en el caso de cierto niño estudiado por el Dr. Karl Konig, en 1956, no hubo dudas en cuanto a su mal. Este médico dirigía en Escocia la Escuela «Rudolf Steiner», cuyos alumnos tenían problemas de carácter psicofisiológico.


Este niño había ingresado en la escuela a la edad de cuatro años, siendo ya ciego. Se intentó estimular sus sentidos por medio de ejercicios. Al cabo de un tiempo, fue capaz de reaccionar a ciertos colores y de identificar los objetos con sólo pasar la mano por encima, sin necesidad de tocarlos.


Será preciso relatar ahora el increíble caso de Ved Mehta, un joven hindú que perdió la vista a la edad de tres años, de resultas de una meningitis. En 1957 solía correr en bicicleta por las calles de Calcuta, su ciudad natal, sin que nadie se echara las manos a la cabeza y gritase que aquello era una locura.


Cuando llegó a Estados Unidos, para estudiar en una universidad, no le permitieron repetir sus proezas. Pusieron en sus manos un bastón blanco, porque es lo que deben llevar los ciegos, le dijeron. Este joven decía que veía a través de todo su rostro, pero no sabía explicar por qué misteriosos mecanismos le sucedía tal cosa. Y ningún investigador del tema, ningún médico o psiquiatra, ningún parapsicólogo, pudo hacerlo, ni entonces ni ahora.

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