UMBANDA: UNA RELIGIÓN EXTRAÑA Y SECRETA


Sus ritos, la incorporación de espíritus benignos y maléficos. Cómo actúa. Que tiene de sagrado.
Todos escuchamos hablar, alguna vez, del culto umbanda y de sus tradiciones heredadas de antiquísimos rituales africanos. También sentimos la tentación de atravesar la puerta de alguno de sus templos, impulsados tanto por la curiosidad como por el miedo. Sin embargo, son pocos los que se animan a trasponer el umbral y enfrentarse cara a cara con la experiencia impresionante de sus costumbres religiosas. La práctica de los ritos Umbanda estuvo siempre rodeada de cierto misterio, cuando no de polémica. ¿En qué consisten, exactamente, sus celebraciones? ¿Son una secta? ¿Invocan a sus dioses o al demonio? ¿Es cierto que sacrifican animales? ¿Por qué algunos de sus miembros entran en trance? En muchas ocasiones nos hemos formulado estas preguntas y, quizá con temor, preferimos dejarlas sin respuesta. ¿Quiénes son estos hombres y mujeres que reverencian a dioses desconocidos para nuestra cultura y que conservan sus creencias, indiferentes a las críticas y los comentarios?

Hay quienes sugieren que en sus cultos, estrechamente vinculados a la Naturaleza, perduran todavía resabios de prácticas primitivas, brujería, trabajos "negros". Otros arriesgan que se trata de personas poseídas por una suerte de exorcismo religioso. Todos concuerdan en la expresión "escalofriante" para describir los testimonios de aquellos que sí tuvieron valor para acercarse. Los cánticos y oraciones, la "gira", los símbolos -colores, velas, flores, collares- recuerdan los rituales de las tribus del África Negra; sus tradiciones llegaron a América a través de los esclavos y fueron transmitidas oralmente de generación en generación.

Pero, en pleno siglo XX, ¿qué prácticas impone el culto Umbanda a sus miembros? ¿Cuáles son los límites? La veneración de múltiples dioses, ¿incluye o prohíbe la posibilidad de adorar a un solo dios? Esta nota responde a muchos de los interrogantes que rodean a la secta Umbanda, esos que usted alguna vez se formuló cuando escuchó extraños relatos sobre sus celebraciones o al sorprenderse, una mañana, ante el estremecedor espectáculo que, entre gallinas muertas y velas clavadas en la arena, apareció ante sus ojos al descender a una playa de veraneo.

VOCES EN EL TEMPLO

Desde la calle se escuchaban los rezos, una repetición monótona de letanías en las que era difícil distinguir una palabra y las que apenas nos llegaban, parecían formar parte de un dialecto extraño y desconocido.

Lentamente, las oraciones fueron tomando ritmo, cadencia y las voces se fueron haciendo más claras. Aprovechamos para entrar al templo y observar lo que estaba ocurriendo adentro.
El templo -o terreiro, como lo llaman los Umbandistas- resultaba ajeno a cualquier imagen que nos hubiéramos hecho de un santuario; nada allí era suntuoso ni inspiraba el místico recogimiento de las catedrales.

Al contrario, se trataba de dos modestísimas habitaciones emplazadas en un viejo edificio de dos pisos. Las paredes blanqueadas mostraban gran profusión de imágenes de santos y dioses desconocidos para nosotros. Al fondo, sobre un altar, se daban cita elementos cotidianos -alimentos, vasijas con distintos líquidos, flores, velas encendidas; todos ellos en múltiples colores y tamaños- junto a un verdadero ejército de imágenes que parecían provenir de distintas religiones que el azar había mezclado sobre aquella mesa.

A la izquierda, un hombre sentado en el suelo golpeaba con sus manos un tambor, que aceleraba el ritmo de los rezos que se oían desde la entrada.

TAMBORES Y VELAS ENCENDIDAS

En el centro de la habitación, dispuestos en círculo, se hallaban los umbandistas. Los ojos cerrados, los cuerpos acompañando el repiquetear de los tambores y una expresión de profunda concentración en todos los rostros. Los había de todas las edades y condiciones sociales: ancianos, mujeres jóvenes, adolescentes. La blancura de sus túnicas contrastaba con el colorido brillante de sus collares de cuentas y flores.

Pronto descubrimos que de ellos provenían las oraciones que escuchábamos desde la entrada; oraciones que paulatinamente se iban trasformando en canto y en las que se intercalaban, cada vez con mayor frecuencia, algunos gritos rituales que parecían convocar algún presagio.
Ajenos a todo cuanto los rodeaba, los umbandistas respondían sólo a las claves que surgían del pequeño círculo de fíeles. Ni los ruidos de la calle, ni siquiera nuestra presencia imprevista en aquel lugar, parecían inmutarlos. ¿Estaban realmente de este lado del mundo? El espectáculo que contemplábamos a distancia correspondía a la apertura de la "gira".

LA "GIRA": CLAVE PARA INVOCAR A LOS DIOSES

La "gira" es la práctica principal del culto umbanda y consiste en un ritual mágico, a través del cual una energía o espíritu puede posesionarse del cuerpo material de un médium.
Para llevarla a cabo, los fieles cumplen escrupulosamente una serie de etapas que comienzan con la preparación, es decir, todos los trabajos necesarios para que las entidades o energías puedan incorporarse con seguridad al médium.

La preparación exige la limpieza exterior e interior del terreiro o templo, tanto como del médium. El baño ritual, a base de hierbas, es fundamental porque activa los centros vitales o chakras, limpia el cuerpo de energías negativas y deja neutro el campo áurico. El baño se realiza con rezos y cantos, mientras se disponen algunos de los elementos que integrarán el ritual: una vasija, velas blancas, una "pemba" o tiza para el "riscado" (escritura) de los símbolos o "puntos", miel de abeja, óleo y cigarros de hoja o "charutos".

En el salón principal del templo está emplazado el altar con los objetos sagrados y ofrendas a los dioses y los tambores o elementos de percusión que se usan en la gira.
El blanco de las vestimentas simboliza la paz, la pureza y la armonía y es una de las maneras de demostrar que se deja la personalidad terrena y que se vuelve la mirada hacia el mundo interior.
Los collares pueden ser del color de la línea que corresponde al Jefe de cabeza y serán de cerámica o cristal; su largo deberá cubrir el ombligo o chakra umbilical y estarán confeccionados cabalísticamente, ya que cada entidad de las que se convoca vibra con un determinado número, contenido misteriosamente en las cuentas de los collares.

La magia es uno de los elementos fundamentales del rito. Los umbandistas la definen como una ciencia oculta que pretende producir efectos y fenómenos extraordinarios a través de ciertas palabras, actos y aporte de fuerzas espirituales. Para ser eficaz, la magia umbanda se vale del magnetismo y la fascinación para lograr el dominio de la Naturaleza. Sin embargo, al referirse a este fenómeno, muchas personas ajenas a esta creencia se preguntan hasta qué punto es posible hablar de "magia" y no de sugestión, hipnotismo u otro tipo de fenómenos extrasensoriales.

EL TRANCE: EN EL LÍMITE DE LO POSIBLE

A la etapa de preparación sigue la de apertura, que se hace a través de cánticos y oraciones en las que se pide permiso para realizar la tarea y se convoca la bajada de las distintas divinidades. El balalá o jefe de la casa es el encargado de empezar el rito de incorporación de las entidades, que se afirmarán en la materia de los médiums y a los que se consultará sobre los diferentes problemas que aquejan a los fieles.

El ritual de apertura es el que se estaba llevando a cabo cuando ingresamos al templo. A medida que iba aumentando el clima de concentración, veíamos que se iba incrementando la tensión de la gira, el tono de las invocaciones y la frecuencia del repiqueteo de los tambores.

Poco a poco la médium, ataviada con una túnica blanca y gran cantidad de collares, comenzó a diferenciarse del resto por sus movimientos cada vez más enérgicos, como si éstos respondieran a un ritmo interior, ajeno al que danzaban sus compañeros, mientras sus gritos se mezclaban con palabras rituales y confusas.

El tono de su voz se fue quebrando. Por momentos, mientras gemía, parecía conservar la propia, pero cuando su danza se convirtió en una verdadera sucesión de convulsiones, los sonidos fueron haciéndose más guturales, alcanzando registros inconcebibles para la voz humana.

Algo que no era de este mundo estaba sucediendo en aquella habitación. Nosotros, como simples observadores, no podíamos apartar los ojos de aquella escena fascinante, incapaces siquiera de movernos o respirar. En el clímax de sus contorsiones, y mientras el resto de los danzantes acompañaba a la médium en profunda concentración, los gritos se fueron haciendo colectivos, desbordante el tam-tam de los tambores y frenético el ritmo de la gira.

La médium, en cuyo rostro se evidenciaban las huellas de un profundo sentimiento, parecía fuera de sí; cada vez con mayor frecuencia las contorsiones la hacían rodar violentamente hasta que quedó de rodillas, emitiendo un discurso entrecortado y exaltado, en una lengua primitiva.
Este estado es el que se conoce como trance y es durante el cual alguno de los dioses toma posesión de la materia del médium. Durante el trance, el médium presta su cuerpo y su voz a las divinidades para que se manifiesten ante los fieles permitiéndoles, de este modo, evacuar sus requerimientos.

LOS DIOSES RESPONDEN

El jefe de la casa comenzó a interrogar a la médium sobre los problemas de los fieles: Nuestro hermano Esteban está sin trabajo, ¿qué le aconsejas hacer?; Nuestra hermana Dora sufre por la enfermedad de su hijita y te ruega humildemente que la sanes...

Todas las respuestas -ininteligibles para nosotros- eran cuidadosamente registradas por el jefe y traducidas a cada uno de los fíeles, en medio de un estado de fervor colectivo y tambores ensordecedores.

El rostro de la médium, como inmovilizado en una perpetua expresión de ensimismamiento, ya no era un rostro humano; en él se debatían fuerzas extrañas que la impulsaban a hablar lenguas con una voz que provenía, no ya de su garganta, sino de un remoto lugar ubicado fuera del tiempo y del espacio.

En el momento más angustiante, cuando parecía que aquel rito pavoroso no iba a tener fin, la médium abrió los ojos, miró extrañada a su alrededor y pareció desvanecerse brevemente. Tan rápido como se había iniciado, la gira finalizó y se diluyó hasta que todos los fieles recobraron sus movimientos normales.

Al cabo de un momento, durante el cual conteníamos la respiración a la espera de lo que podría venir, los umbandistas se recompusieron las ropas y con la misma naturalidad con la que seguramente suelen transitar las calles, se reunieron nuevamente en el centro de la habitación y se dispusieron a finalizar la sesión.

La última etapa -el cerramiento- estaba a punto de iniciarse. Este era el momento de dar gracias a los dioses por la asistencia a la sesión y de liberar las materias que sirvieron para que las diferentes energías pudieran manifestarse.

Un nuevo cántico común, con una cadencia más serena pero típicamente negra -como aquellos spirituals o work songs que sus ancestros negros habrán entonado mientras cumplían con sus duras tareas de esclavos- reunió a los umbandistas en la oración final.

CUSTODIOS DE LAS ANTIGUAS TRADICIONES

Cuando la gira llegó a su fin y se dio por terminada la sesión, los umbandistas accedieron a contestar algunas de nuestras preguntas. Sin embargo, para ellos, el secreto de sus tradiciones es una forma de respetar y honrar a sus antepasados.

Nos contaron que recibieron sus tradiciones de los esclavos africanos, que fueron traídos a América -especialmente a América Central, el Caribe y Brasil- durante el siglo XIX. Los negros trajeron sus dioses y sus creencias como única posesión y en ellas encontraron el alivio para los pesares que el destino les deparó en el Nuevo Continente.

En minas y plantaciones, erigieron sus modestos gongas o altares y elevaron sus oraciones. Entonces, como hoy, intentaban interrogar a sus dioses acerca de sus cuitas cotidianas, pedirles

consejo y consuelo y también venganza y reparación de los males que sufrían.

Entre las posesiones no materiales que los negros dejaron a sus hijos y a los hijos de éstos, no sólo estaban los dioses sino el idioma con que se los veneraba. La mayoría eran dialectos africanos, que fueron degenerándose luego en contacto con otras lenguas como el inglés, el portugués y el castellano y la influencia de otros dialectos hablados por los miembros de otras tribus, cuya suerte también había sido América.

Todas las tradiciones umbanda fueron mantenidas de generación en generación en forma oral y los miembros de este culto se muestran particularmente celosos a la hora de revelarlas. Saben que sus creencias suscitan la curiosidad y las críticas de muchos, pero sostienen que, como tantas otras, se trata de una religión, que tiene un fundamento, una doctrina y un fin último, que es el bienestar del ser humano.

UMBANDA, EL LIMITE DE LO ILIMITADO

Esta doctrina contiene un mensaje que transmite vivencias pero también un sistema, mucho más complejo, que revela su esencia.

Nos dicen que la raíz del término "umbanda" reúne voces de varias lenguas muertas, pero básicamente deriva del sánscrito: AUM, OOM, UMM, poderoso mantram que, pronunciado en forma nasal repetidas veces, transporta al creyente a planos superiores, entrando en armonía con el Cosmos. El "Oom" funciona como un disparador, que abre puertas por las cuales se filtran hacia la psiquis corrientes fluidas que provocan una gran paz interior.

Por otra parte, el AUM es también un prefijo de alto contenido mágico, que representa el emblema de la Trinidad en la Unidad. La otra parte del término, banda alude a todo grupo de individuos unidos por un fin común; en este caso, la religión. Aumbanda sería, entonces, el grupo de hombres que alaban a Dios. Otra de las acepciones en sánscrito define a "Umbanda" como el límite de lo ilimitado.

OXALA, EL HERMANO MAYOR

El "cielo" de los umbandistas está poblado de distintas divinidades, con rangos y funciones perfectamente establecidos. Los nombres y representaciones de estos dioses hunden sus raíces en el África milenaria y las relaciones de parentesco entre ellos recuerdan la organización de la tribu en una suerte de Olimpo primitivo.

Entre los dioses umbandas están las entidades benéficas y aquellas que no lo son tanto; pero todos pueden ser invocados y recibir las ofrendas y peticiones de los fieles. Para ellos, OXALA es el Ser Supremo o hermano mayor, a través del cual se accede al Padre, tal como se considera al Sol, fuente de la sabiduría. A él le siguen una serie de comitivas, que harán cumplir las tareas o misiones y siete Gobernadores, que ejercen funciones diferentes y que movilizan distintos caudales energéticos. Acompañándolos en importancia reinan dos Energías femeninas llamadas IEMANJA y OXUM, que comandan diferentes regiones de nuestro cuerpo.
OGUM es uno de los guerreros más queridos y respetados, que libra a los hombres de fetiches y brujerías y está considerado como muy recto y justo por los umbandistas; XANGO y su hermano IANSA administran justicia y este último está asociado a fuertes elementos naturales como tormentas, vientos y rayos.

PRETHOS VELHOS, los "viejitos negros", son los que mejor pueden evacuar las consultas de salud, dinero y amor, porque son los que, a través de sus sufrimientos, lograron elevarse espiritualmente. Todos ellos conforman un frente de amor y colaboran con las energías positivas para ayudar a los hombres a crecer.

LAS OFRENDAS

Pero también existen jerarquías no tan transparentes, cuyo jefe espiritual es LUCIFER, con su corte de ayudantes -Exú, Marabó, Tranca Rúa y otros- y las Señoras o Pambas Giras, muy queridas y respetadas porque son las que ayudan a obtener los favores amorosos. Ellos también pueden recibir ofrendas y sus colores preferidos son el negro y el rojo.

Tanto las divinidades benéficas como el resto de las fuerzas completan el espectro de divinidades umbandas, un culto milenario en el que se mezclan las formas más elementales de adorar a los dioses -la ofrenda de comidas y bebidas, la identificación con elementos de la Naturaleza-con la magia, los rituales y el misterio.

A pesar de que en todo momento los umbandistas se mostraron cordiales" y abiertos, prefirieron mantener en reserva algunos aspectos de sus celebraciones. Con sobrada razón afirmaron que, para saber más, hay que "creer". Que hay cosas que no pueden expresarse con palabras. Que los dioses no hablan, sino que se manifiestan.

En la mirada serena pero impenetrable de estos hombres, sabemos que está la última respuesta.

Comentarios

Entradas populares