VUDU: LA TIRANIA DE LAS FUERZAS OCULTAS



Sepa cuanto hay de verdad y cuanto de mentira en los rumores que circulan acerca de este extraño culto de origen haitiano que incluye, entre otros ritos, posesiones, magia negra y manipulación de zombies.
Si bien es cierto que el Vudú, como culto heredado de los esclavos africanos trasladados a América Central, tiene una presencia casi exclusiva en Haití, no son pocos los fieles que lo practican en el resto del mundo. Por esta razón, cuando nos referimos a las manifestaciones religiosas que operan en forma casi oculta no debemos omitirlo cabe recordar que, en Haití, el 98% de la población practica este culto que, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia Católica, constituye el principal movimiento religioso nacional. Los actuales habitan tes de ese país siguen manteniendo la postura que esgrimieron sus padres y abuelos cuando la Iglesia intentó mesclar el Vudú con el catolicismo: "Somos católicos cuando están presentes nuestros amos, y vudús cuando se van".
En Haití, el primer intento oficial de combatir el africanismo data de 1896, cuando se formo la "liga antivudú". Sin embargo, la parte más virulenta de esta historia se remonta a 1939, cuando la Iglesia Católica apoyada por el Estado clausuró decenas de templos vudús y destruyó tambores y objetos sagrados en autos de fe. Aunque recién en 1950 el Vudú logró abandonar la clandestinidad, hasta el presente sigue ocasionando graves problemas el hecho de compatibilizar los intereses de unos y otros. En líneas generales, podría decirse que en la controvertida isla ocurre lo mismo que en la América de los años de la Conquista: los aborígenes, obligados, hacían votos de fe católica, pero en secreto continuaban adorando a sus ídolos y dioses.
¿Que es el vudú?
Pero, más allá de los datos históricos y sociológicos, ¿qué es concretamente el Vudú? Se trata del culto de los espíritus o loas, seres sobrenaturales y omnipotentes, intermediarios indispensables entre Dios y los hombres. Aunque es una religión de un Dios únicos contempla una interminable gama de seres intermedios con los que los humanos podemos conectarnos mediante los ritos y las ceremonias secretas.
Es importante tener en cuenta lo siguiente: únicamente los espíritus o loas están capacitados para decidir la suerte de los seres humanos. Sólo ellos pueden pasar de lo invisible a lo visible y mostrar su ira o su alegría. Sólo de ellos depende el bien y el mal, las enfermedades y la muerte, la lluvia y el buen tiempo, y -según los especialistas- "las peores calamidades, que no son más que las consecuencias lógicas de una mala conducta para con ellos".
Estos espíritus o loas son tan numerosos que resulta imposible contarlos. A los centenares que han llegado desde Africa deben agregarse los considerados "genios locales". Sin embargo, si se desea hacer una clasificación más o menos seria, es preciso decir que los espíritus o loas del Vudú se dividen en dos grandes grupos: los "rada" y los "petro". Los loas rada -palabra que proviene del reino de Arada, en Dehomey- comprende las divinidades más importantes de Africa, mientras que los loas petro son aquellos que revisten un carácter secundario entre los que se cuentan los "genios locales" (a veces cada hogar tiene el suyo propio). Mientras los "rada" son de temperamento calmo -salvo naturales enojos-, los "petros" son violentos y feroces. En el transcurso de una sesión Vudú es fácil darse cuenta cuando esta por llegar un loas petro, ya que los tambores comienzan a sonar en forma más vigorosa y marcada. Los fieles los reciben con chasquidos de látigos en el aire y como tienen fama de gustar de la pólvora, se hacen estallar petardos en su honor. Los "petro", además, son los especialistas en la magia y los encargados de curar y hechizar en el transcurso del ceremonial Vudú.
Ceremonia secreta
Como los espíritus o loas son quienes deciden sobre el destino humano, los fieles del Vudú sostienen que hay que honrarlos siempre que se pueda. Para esto son las ceremonias y servicios, durante los cuales los dioses invocados "cabalgarán" significa que el loa se manifestará a través de la boca del "elegido" -una especie de médiúm- y reclamarán todas las ofrendas que quiera en ese momento.
El ritual vudú tiene tres etapa claramente diferenciadas: invocación a los dioses, llegada de los dioses. Un especialista en la religión haitiana describe así la ceremonia: "Tu cabeza arderá y tu pie se quebrará bajo tu cuerpo. Espera que descienda el espíritu. Las cabezas cantan, los pies están desnudos y los cuerpos vestidos de blanco apenas se mueven. Los vevés esperan en el suelo. Los dioses se captan allí agracias a ritmos e invocaciones imperiosas y también mediante diagramas simbólicas que representan sus emblemas, sus señales distintivas, que los obligan en cierto modo a aparecer". ¿Qué son los "vevés". Nada menos que el trazado de un símbolo en particular que tiene un poder mágico comprobado en ceremonias vudú o fuera de ellas. El trazado se realiza en el suelo con harina de maíz, polvo de ladrillo o de corteza, ceniza o borra de café.
La energía psíquica
La necesidad de la venida de los espíritus y la fuerza de los concurrentes a un servicio vudú, convierten a este ritual en uno de los que exigen mayor concentración psíquica. En el centro de la ceremonia se ubica un poste -considerado el "camino de los espíritus"- y alrededor del mismo todos los "vevés" que los oficiantes consideran necesarios para convocar a los loas.
Una vez que se ha dado comienzo el ritual vudú, ninguno de los presentes puede escapar de él. Es una suerte de tiranía de lo oculto que se manifiesta de diversas maneras, ya que todos dependen del espíritu que se haga presente durante la ceremonia para "cabalgar" a uno de los asistentes. En este momento es cuando el poseído se desarticula como si lo hubieran quitado los huesos del cuerpo, comienza a contorsionarse para todos lados, lanzado al espacio o proyectado al suelo, y danza enloquecidamente mientras todos gritan a su alrededor. Es muy importante tener en cuenta lo siguiente: para el practicante vudú no hay escapatoria posible una vez que comienza el ritual. Para eso se lleva a cabo una iniciación que ayuda a soportar el peso de los loas y a dejarse conducir sin resistirse a ello. Oponer algo de la voluntad propia a la de un ser sobrenatural convocado en una ceremonia constituye un acto de rebelión que se paga muy caro. La posesión representa la pérdida total de la conciencia, lo que es aprovechado por el loa para hacer profecías, dar consejos o amenazar a sus fieles. Cuando el trance finaliza, ninguno de los "cabalgados" recuerda las palabras que ha pronunciado y, a pesar de las contorsiones físicas, no tienen heridas ni dolores. También y que destacar que los loas o espíritus no son dioses lejanos sino seres animados que vienen nuestro mundo y se mezclan con nuestra vida. Según señala un estudioso del tema, "ninguno es enteramente bueno ni enteramente malo; en verdad cada uno tiene su carácter con sus defectos. Propiamente hablando, no se los adora, sino que más bien se los rodea con una amistad diferente, a veces temerosa, que no incluyen la familiaridad ni el humorismo".
Las posesiones
En trabajos documentados sobre las ceremonias vudú, se cuentan algunas declaraciones de personas "cabalgadas" durante un ritual. Entre ellas, se destaca el relato de la señora Michele Alberny, gerente de una empresa de alimentos dietéticos con sede en Francia, quien tuvo un trance impresionante e interminable, durante el cual parecía haberse transformado en serpiente. Moviendo la lengua, raptando y tratando de silbar en varias ocasiones, era rodeada por las asistentes quienes cantaban alrededor suyo mientras la señora Alberny era poseída por Banballah la serpiente, uno de los del vudú. Para calmar su nerviosismo fue preciso ofrecerle un huevo crudo en harina a fin de conformarla. Finalizado el trance, Michele Alberny hizo la siguiente declaración: "perdí la conciencia inmediatamente después de recibir la bolita de maíz en la palma de la mano. Luego todo se desarrolló en una semiconsciencia durante la cual yo estaba despersonalizada, desdoblada al punto de no sentir ningún asombro al ver que me arrastraba por el suelo, de aceptar vivir lo que tenía oportunidad de vivir, de sentirme unida al grupo vudú sin advertir no obstante que estaba poseída por la serpiente Banballah, que deglutía un huevo y que me retorcía en el suelo como luego he sabido. Entré en el círculo de iniciación sin otro deseo que el de participar del espectáculo, ignorando totalmente que se hubieran producido episodios similares durante las veladas precedentes, episodios que habría calificado de histéricos si no hubiese vivido personalmente la experiencia. Creo haber sido poseída realmente por lo que los vudú llaman un "espíritu", pero en mi caso esta posesión excede el mero extravío, pues se inscribe dentro de la elevación espiritual en mi vida..." Sin embargo no todas las historias relacionadas con este extraño culto tienen final feliz. Muchas de las personas afectadas por el hechizo vudú no la pasan precisamente bien, aunque los "cabalgados" cuenten cosas que pueden parecer agradables. Cuando un sacerdote vudú -no en un rito grupal sino en una sesión individual realiza una ceremonia mediante la cual convoca a un espíritu y le solicita el mal para un tercero, éste está destinado a padecer, ya que si bien es posible enfrentar esta clase de hechizos, se requiere un gran poder mental y un dominio de ciertas técnicas -muchas de las cuales ya hemos detallado en estas mismas páginas- para lograrlo.
Quienes no se encuentran capacitados para sortear un ritual en contra, tendrán que acudir a un ser que posea los poderes necesarios para anular el hechizo. Aun cuando el vudú tiene lo que podemos llamar un "costado bueno", hay que considerar que muchos hechiceros de esta religión practican el mal con idéntico entusiasmo. Si bien, el vudú proscribe ciertas prácticas de magia negra, esto no impide que algunos fieles lleguen, incluso, a la zombificación de personas.
La isla mágica
Haití es considerada una isla mágica, un lugar donde lo sobrenatural impregna cada uno de los actos cotidianos de todas las personas que la habitan. Constantemente, quienes viven allí están cuidándose de la mala suerte y tratando de beneficiarse con las influencias favorables. Por eso mismo es que los talismanes, amuletos y filtros están a la orden del día, la mayor parte de las veces tratados con las artes mágicas de los hechiceros vudú. En los círculos del ocultismo se sabe que la hechicería haitiana conoce el embrujamiento en todas sus formas, incluyendo la práctica de vestir a un cadáver con las ropas del destinatario del mal y dejar que se descomponga, o la de enviar contra una persona las almas robadas a los muertos para que lo atormenten. Un relato sobre la vida de la isla dice lo siguiente: "se cuentan todos los casos de magia negra posible e imaginable: duendes en forma de lobos, vampiros, aparecidos, pactos satánicos, etc. Sociedades de hechiceros recorren de noche el campo acechando a los viajeros retrasados; mujeres-vampiros con formas de insectos se deslizan en las casas para chupar la sangre de los niños y hay hombres que se transforman en animales (algunos terminan en el mataderos y el matarife comprueba con horror que su buey tiene un diente de oro)". Aunque los defensores del vudú sostenga que esto no tiene nada que ver con su práctica, nadie en la isla deja de vincular la magia negra con esta religión de los esclavos africanos.
Las zombificación
Los estudios de este culto distinguen entre esta religión y lo que la ciencia llama zombificación. Pese a ello, son los sacerdotes vudús los únicos que tienen -por lo menos hasta el momento y de acuerdo con lo que se sabe- la facultad de encadenar el alma de un muerto y dotarlo de una vida ficticia atada a la voluntad de hechicero. Para dar un ejemplo, veamos un caso documentado.
Una persona -habitante de Haití- acude al brujo, que además es un sacerdote vudú, para pedirle que lo libere de un enemigo. El hechicero pone una cláusula a cambio del "favor": cuando el deseo del peticionante esté cumplido, éste le concederá el alma de algún familiar, ajeno al pacto e ignorante de todo lo que pasa. El sujeto elegido, un hombre de unos 30 años, es encontrado más tarde vagando por la isla con los ojos en blanco y profiriendo aullidos tremendos. Unos días antes del hallazgo, el individuo había muerto repentinamente luego de una fiebre de origen inexplicable. ¿Qué pasó en el ínterin? Los expertos coinciden al explicar la forma en la actúa un hechicero una vez que ha cumplido con parte en el pacto -es decir, liberar de un enemigo a una persona, para remitirnos al caso que nos ocupa-: el brujo en cuestión espera el momento adecuado y cuando éste llega va en busca del alma que ya le pertenece. Va montando su caballo al revés y al llegar al domicilio del elegido, aspira su alma por la rendija de la puerta y la encierra en una botella. La víctima cae entonces en un letargo hasta que muere ante sus desconsolados familiares. Una vez que el brujo ha cumplido con esta primera parte del ritual de zombificación, se dirige al cementerio -siempre de noche- se para ante la hilera de sepulcros e invoca al Señor de los Muertos, el Barón-Sábado, al que ningún hechicero deja de pedir permiso para llevarse a uno de sus súbditos. Al grito de: "Venid a mí los muertos que están en las tumbas", el hechicero convoca al futuro zombi, tras lo cual procede a desenterrarlo. Una vez realizada esta ceremonia, lleva al zombi atado hasta su última morada, con lo cual se asegura de que nunca más recuerde su vieja condición de ser humano racional. Luego le hace oler la botella en la que tiene encerrada su alma y le da un líquido que sólo los hechiceros vudú conocen, con el cual atrapa para siempre la voluntad del muerto- vivo. A partir de allí, el zombie ya no podrá negarse a nada que le pida el brujo.
Lo único que puede devolver a un zombi la consciencia es la sal, aunque ser conscientes contribuye únicamente a hacer más doloroso el destino de estos desafortunados. con puede observarse, la religión Vudú y todos los elementos que la conforman -entre ellos la zombificación constituye, ante nuestros ojos, un vastisimo catálogo de lo sobrenatural. Quienes la practican sostienen que su objeto es el bien común, pero aquellos que la padecen saben que la liberación indiscriminada de energías -sean positivas o negativas- suelen tener efectos tremendos. De allí que el Vudú se haya convertido en la práctica religiosa de origen africano que con mayor justicia puede ser calificada como una "tiranía de las fuerzas ocultas".

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