LAS RUNAS


LAS RUNAS


Cuando, por causas diversas, el Imperio Romano tocaba a su fin, mermado por las luchas internas y las tensiones entre sus gobernantes, irrumpen en la escena histórica los pueblos germánicos que, aglutinados en tribus y clanes se desplazan por las estepas de Eurasia hacia occidente. Serán tachados de "bárbaros" por los romanos, precisamente porque tenían un origen étnico diferente, y unas costumbres y cultura propias.

En un principio, los romanos permitieron asentarse en su territorio a los pueblos germánicos, los cuales se organizaron en estados federados, pero, con el tiempo, las relaciones entre ambos pueblos fueron enrareciéndose y empeorando hasta el punto de que El Imperio Romano, particularmente por su frontera de la zona no

rte, sufrió el asedio continuo de las diversas tribus germánicas. Al comenzar el siglo V (a.C.), el rey godo Alarico pretende apoderarse de la ciudad de Roma, y será el general Estilicón quien desbaratará sus planes.

La muerte repentina del insigne general romano cambiará el curso de la historia, puesto que enseguida las huestes de Alarico ponen sitio a la ciudad de Roma -asedio que durará dos años-, logran entrar en ella y la incendian y devastan. Unos cincuenta años más tarde, y ya mediado el siglo V, los vándalos expolian y destruyen Roma -"vandalismo"- y, a partir de aquí, comienzan a extender su poderío, hasta llegar a los territorios del norte de Africa.

Sea como fuere, lo cierto es que los pueblos germánicos creían firmemente en los postulados de las "Ciencias Adivinatorias", concedían gran crédito a quienes ejercían el oficio de la hechicería y consultaban a los oráculos, siguiendo escrupulosamente los mandatos de las sibilas, para conocer con precisión las órdenes y los deseos de las deidades que marcaban su destino. Asociaban a sus deidades femeninas con la fecundidad y la
s agrupaban en triadas, mas no erigían en su honor templo alguno, ni construían efigies o imágenes, sino que les ofrecían sacrificios al abrigo de los salientes naturales formados por El relieve desigual del terreno.

La lluvia, los árboles, las montañas, los animales y, en general, la naturaleza toda eran considerados como objeto de culto por los pueblos germánicos. Su visión del mundo coincidía con el más puro animismo, puesto que creían que todo cuanto les rodeaba tenía vida y estaba lleno de genios, a los cuales reconocían y denominaban con los nombres de "elfos" y "trolls". Las montañas eran idóneas moradas de gigantes y enanos.
Las aguas estaban pobladas por geniecillos, a los que llamaban "nixos". Por esto mismo, se hacían ofrendas a fuentes, manantiales y ríos y, cuando se pretendía provocar la lluvia para que la sequía no agostara los campos, se llevaba a cabo un rito consistente en rociar con agua el cuerpo desnudo de una joven y bella muchacha. Los espíritus y genios del campo se enmascaraban tras figuras poderosas de animales fabulosos, y un indomable dragón de nombre "Ran" habitaba entre las aguas inmensas de océanos y mares.

EL ROSTRO DE LA DIOSA

Los pueblos germánicos invocaban de modo especial a deidades como Odín, el cual estaba considerado como dios de la magia, de la guerra y de los muertos. También tenían en gran estima al dios Thor, deidad que enviaba el trueno y el rayo y que, en todo caso, protegía, a quienes le invocaban, de los furiosos gigantes y de los genios malignos.

Los germanos también consideraban sagrados a sus bosques, y adoraban a los árboles más altos y enhiestos, puesto que los creían las columnas que sujetaban el mundo. Existía, por lo demás una leyenda según la cual el propio dios Odín se había colgado del gigantesco árbol -de un fresno que, según la mitología de los pueblos nórdicos, hundía cada una de sus raíces en el averno, la morada de los dioses y el país de los gigantes, respectivamente- sagrado que sostiene la tierra con sus tupidas ramas; éstas crecerán tanto que, al final, van a llegar a formar la bóveda misma del cielo.

Había otros dioses integrantes de la corte de Odín, tales como el dios de la Luna, llamado Manni, y el dios del Sol, invocado bajo el nombre de Sunna. Y, de manera especial, historiadores como el preclaro Tácito, describen el singular ritual llevado a cabo por los pueblos germánicos en torno a la diosa que habita el bosque sagrado, y que es transportada por el conspicuo encargado del culto en un carro que sólo él puede tocar y conducir: "Cuando la diosa se halla en el santuario es el momento que el sacerdote elegirá para llevarla hasta donde se encuentren los mortales. Después de cierto tiempo, la diosa se harta del trato con los humanos, pero, mientras permanece entre ellos, cesa toda lucha y se guardan todas las armas: es el único momento de descanso para los bárbaros, el cual durará hasta que la divinidad, saturada de su relación con los mortales, sea conducida de nuevo a la morada del bosque sagrado. Pero antes, el carro, la lona que lo cubre y la misma diosa han de ser sumergidos y bañados en un lago solitario. Cumplen este cometido esclavos que, al momento, serán arrojados al lago y en él perecerán; ya que no se puede seguir viviendo una vez que se ha visto la cara de la diosa".

CARTAS DE LAS RUNAS

Una tradición legendaria entre los pueblos germánicos, explica que estuvo colgado del fresno sagrado que sostiene el mundo durante nueve días y nueve noches, tiempo en el que no probó bocado alguno ni bebió agua. Y todo este sacrificio lo llevó a cabo el poderoso dios para lograr acceder al conocimiento de las runas y, así, comunicar su secreto a los mortales. Los maestros en la interpretación de las runas invocan a Odín, al que consideran el dios de la magia, para llevar a cabo con objetividad sus predicciones y adivinaciones. Además, por medio de las runas también se curaba a los enfermos, se evitaba caer en poder del enemigo, se lograba volver más apacible el clima, se conseguía transformar el mal en bien...

Con frecuencia, los guerreros germánicos llevaban grabados en sus espadas, a modo de amuletos o talismanes, determinados signos rúnicos para sentirse protegidos, actuar con bravura, osadía y arrojo y, al propio tiempo, alejar de su ánimo la cobardía y el miedo. Las runas clásicas se tallaban, o se imprimían a fuego, en delgaditas y oblongas (más largas que anchas) tablillas de madera, toscamente alisadas y pulidas con anterioridad. En ocasiones, los trazos rúnicos aparecen esculpidos en piedras, o sobre discos de cobre, bronce y oro.

Las cartas de las runas tienen un diseño similar al de una baraja común para, así facilitar su manejo y, a la vez, dejar constancia de las enseñanzas y logros conseguidos en el campo de la adivinación y la predicción por los antiguos pueblos nórdicos.

La lectura e interpretación de estas cartas exige un talante sereno y un espíritu recogido por parte del maestro rúnico. Las cartas de las runas constituyen el preciado tesoro que las culturas de los pueblos germánicos, eslavos, nórdicos, vikingos y esteparios dejaron como legado singular a las civilizaciones venideras. Para que no se perdiera esa tradición ancestral, consistente en averiguar el porvenir mediante signos emblemáticos, se utilizaron como soporte de los caracteres rúnicos piedras, cantos rodados y otros materiales no perecederos. Y se confeccionaron cartas para hacer más accesible el conocimiento del destino y del futuro; de este modo, se consiguió que perduraran tan sugestivas enseñanzas y plausibles logros en el campo de la adivinación y la precognición.

SIGNOS RUNICOS

El origen de las runas sigue siendo un enigma para antropólogos y paleógrafos, sin embargo, existen signos rúnicos por muchas zonas del continente europeo y, en opinión de los más cualificados investigadores e historiadores del tema, los signos rúnicos están basados en el alfabeto etrusco, el cual tuvo su origen aproximadamente en el siglo Vlll (a.C.). Algunos estudiosos afirman que las runas más antiguas ya fueron grabadas, sobre rocas y piedras, por los íberos. Sea como fuere, en la presente obra "Ciencias Adivinatorias" se describen las runas atendiendo únicamente a su poder mágico, velado, misterioso y adivinatorio, pues tal era el sentido que los trazos rúnicos tenían para los pueblos germánicos. Por lo demás, se han encontrado signos rúnicos antiquísimos en Escandinavia, en Suecia, en Dinamarca, en Noruega, en Gran Bretaña... Hay más de cuatro millares de runas descubiertas hasta el momento, y existen célebres manuscritos con caracteres rúnicos.

Las cartas rúnicas aparecen grabadas únicamente por una de sus No obstante, al igual que en los arcanos mayores del Tarot había una figura ("El Loco") que no tenía número, también habrá una carta rúnica sin signo alguno, completamente en blanco. Se trata de la carta del destino, en la cual lo inevitable permanece oculto y velado. Los signos diversos que conforman cada una de las figuras rúnicas, tienen una riqueza emblemática y simbólica que sólo el maestro rúnico será capaz de interpretar correctamente.

Las descripciones tradicionales de las cartas de las runas contienen una lista de signos clásicos que no agotan, sin embargo, toda la variedad y riqueza de los antiguos y originales trazos rúnicos, pero que, en cualquier caso, sirven para ilustrar con objetividad su significación emblemática y su alcance precognitivo. Los maestros rúnicos, cuando inician el estudio del destino por medio de las tiradas de las cartas rúnicas, tienen en cuenta tanto su posición normal como su posición invertida.

De este modo, se han elaborado y seleccionado las principales cartas de las runas con sus signos básicos, los cuales condensan todo el alcance significativo, emblemático y predictivo que los antiguos germanos supieron ir acuñando con el transcurso del tiempo. En el desarrollo de las tiradas de las cartas de las runas se tiene en cuenta, también, la posición normal o invertida. Y así, los más venerables maestros rúnicos -además de la carta en blanco, símbolo de lo irrefragable y del inevitable destino- han seleccionado veintiuna cartas rúnicas para sus predicciones y sus estudios sobre el destino y el porvenir. Las runas aparecen agrupadas en tres septenarios, cuyos diseños particularizados se representan del siguiente modo:

Septenario 1°: Las siete primeras runas, en posición normal, simbolizan la prudencia, la prevención, el sentimentalismo, la intuición, la experiencia, el amor y la amistad, respectivamente. En posición invertida representan, respectivamente, la imprudencia, el atolondramiento, la aversión, la especulación, la inexperiencia, el odio y la enemistad.

Septenario 2°: Las siete cartas rúnicas que componen el segundo septenario representan el trabajo, las ganancias, las buenas noticias, las nuevas amistades, los viajes, el éxito y el ocio creativo, respectivamente. En posición invertida señalan lo contrario, es decir, el descanso, las pérdidas, las malas noticias, el ambiente cotidiano, el sedentarismo, el fracaso y el aburrimiento.

Septenario 3°: Las siete últimas cartas rúnicas hacen alusión, respectivamente, al matrimonio, al progreso, al saber, a la prosperidad, a la suerte, a la herencia y al triunfo. En posición invertida, señalan lo contrario, a saber, la separación, el retroceso, la ignorancia, la crisis, la desesperanza, la desgracia y el fallo.

RUEDA UNICA

La regla de oro a tener en cuenta, a la hora de hallar todo el valor significativo de las cartas rúnicas, es la relación que se establece entre ellas, y que se deriva de la posición que ocupan en la denominada "Rueda Rúnica". Como norma general, en la "Rueda Rúnica" entran a formar parte doce cartas, las cuales van colocándose en círculo hasta que éste quede totalmente cerrado; en el centro se pone la carta número trece, que hace confluir en ella todo el sentido enigmático de las que la rodean y representa al consultante. De este modo, la descripción de la "Rueda Rúnica" se correspondería con el simbolismo de cada figura, el cual vendría dado por el lugar que ocupa cada una de las cartas rúnicas. En este sentido, se ha elaborado una lista de significados de las cartas que entran a formar parte de la "Rueda Rúnica":

Carta rúnica N°1: Simboliza el más íntimo y definitorio, el que confiere la personalidad.

Carta rúnica N°2: Hace alusión al dinero, al poder adquisitivo, al patrimonio y a las posesiones materiales.

Carta rúnica N°3: Incide sobre los aspectos de la vida cotidiana: familia y trabajo, principalmente.

Carta rúnica N°4: Señala las preferencias por lo inmediato y lo cercano: apego al hogar, a la casa y al mundo íntimo.

Carta rúnica N°5: Simboliza lo creativo, la firmeza de la iniciativa, la entereza en la realización de los proyectos y la capacidad para expresar los propios pensamientos con precisión.

Carta rúnica N°6: Se refiere al aspecto externo, a la salud y la enfermedad.

Carta rúnica N°7: Incide sobre el mundo afectivo, especialmente sobre el matrimonio y el amor.

Carta rúnica N°8: Incide en los asuntos personales y legales, especialmente en todo aquello que guarda relación con la herencia y las últimas voluntades.

Carta rúnica N°9: Se refiere a la educación y al comportamiento en sociedad. También hace alusión al deseo de conocer nuevos ambientes y al gusto por los viajes.

Carta rúnica N°10: Simboliza la valía personal y lo logros conseguidos por el individuo mediante el estudio y el esfuerzo.

Carta rúnica N°11: Representa las relaciones humanas y la sensación de alegría entre los amigos.

Carta rúnica N°12:
Incide sobre la vida interior y revela la valía del mundo psíquico y anímico de las personas.

Carta rúnica N°13: Representa al consultante con todas las implicaciones que de ello se derivan.

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