Taller de Magia con Ángeles 2013

Taller de Magia con Ángeles 2013

Actualizado Hace aproximadamente 9 meses · Tomadas en CEPE de Argentina
¿Los ángeles son seres reales?
La creencia en los ángeles es casi un fenóme¬no universal. El hecho de que esta creencia sea tan persis¬tente en la conciencia humana pone en evidencia que tie¬ne raíces muy profundas. Para algunas personas la existen¬cia de los ángeles parece incompatible con el desarrollo de la ciencia, aunque existan evidencias de que todos tenemos nuestro «ángel» y podemos comunicarnos con él si apren¬demos cómo hacerlo. La psicología moderna trata las expe¬riencias místicas en general como alucinaciones.
Carl Jung fue uno de los primeros en determi¬nar que los mitos y leyendas de los diferentes pueblos tie¬nen rasgos en común. El postuló la existencia de un "inconsciente colectivo", integrado por un amplio repertorio de figuras simbólicas a las que llamó «arquetipos primordia¬les» y que se remontan al principio de los tiempos. La vi¬sión de los ángeles, según la teoría de Jung, es el resulta¬do de la memoria genética, el resultado de la propensión de la mente humana a imaginar el mismo tipo de imágenes e ideas aun cuando se trate de comunidades aisladas físi¬camente o distantes en el tiempo.
La teoría de Jung, en una primera instancia, pa¬rece reducir la existencia de los ángeles a una producción fantasmagórica de la mente. Es posible, sin embargo, inter-pretar sus observaciones en un sentido diametralmente opuesto si se considera que la percepción es el único me¬dio por el cual puede deducirse la realidad del universo. La llamada «realidad objetiva» no es más que un conjunto de observaciones. Creemos que una silla es real, por ejemplo, porque podemos verla con nuestros ojos y sentirla con nuestras manos. La realidad objetiva de la silla depende, por lo tanto, de que todo el mundo acuerda en que esa si¬lla existe. Lo mismo sucede con los arquetipos de Jung en¬tre los que se cuentan los ángeles. Estos aparecen en los sueños y la visiones de todos los seres humanos, por lo tanto, tienen existencia real, es decir, que son objetos físi¬cos con la misma legitimidad que una silla.
Para comprobar hasta qué punto esto es ver¬dad, hagamos un sencillo ejercicio. Imaginemos por un momento una comunidad en la que todo el mundo fuera corto de vista. Un día, un chico que vive entre los nativos miopes pero tiene visión normal levanta los ojos ha¬cia el cielo y ve estrellas. ¿Qué son aquellas luces?, pregun¬ta el niño y los nativos le responden ¿De qué estás hablan¬do? Nosotros no vemos nada en absoluto. En estas circuns¬tancias el niño podría sacar la conclusión de que las estre¬llas son alucinaciones, que no tienen existencia física real.
Supongamos que la comunidad de los miopes tiene relatos y leyendas que se basan en sueños. Los inte¬grantes de la comunidad se sientan cada noche alrededor del fuego y comentan las imágenes que aparecieron en sus sueños durante la noche anterior. En cada sueño aparecen imágenes similares: guerreros, mujeres sabias, cazadores... Si un chico de visión normal participara de estas reuniones y contara sus propias visiones -que son similares a las de to¬dos los demás-, podría sacar la conclusión de que estas vi-siones nocturnas tienen existencia real, que son mucho más reales que las estrellas que él ve estando despierto. Si un día, caminando por la playa, viera un barco, nadara hasta él, lo abordara y regresara al país en que nació, en el que todo el mundo tiene, como él, visión normal, entonces se enteraría de que sus compatriotas pueden ver las estrellas con la mis¬ma nitidez con que las ve él. Por lo tanto, sacaría la conclu¬sión de que las estrellas son tan reales como las criaturas que se le aparecen en los sueños. No obstante, si expresara este pensamiento a sus compañeros, ellos le dirían: Estás equivo¬cado. Los sueños no son reales dado que tú no puedes tocar a los personajes que aparecen en ellos. Entonces, el niño po¬dría responderles: Pero tampoco puedo tocarlas estrellas.
La moraleja de la esta historia ficticia podría ser que considerar que los ángeles son irreales constituye un prejuicio que se basa en el desconocimiento de la natura¬leza de la realidad.
Podría argumentarse que los seres angélicos no tienen existencia real porque todas las personas no pueden verlos al mismo tiempo. Cuando dos personas miran una silla, cada una de ellas ve más o menos lo mismo. Por con¬traste, los sueños y visiones de ángeles son fundamental¬mente personales. Alguien puede verlos como saliendo del libro que leía en la infancia, mientras otra persona puede percibirlos bajo la fisonomía del rostro amado. Incluso la forma de aparición varía entre las culturas. Cabe preguntar¬se entonces: ¿Si los ángeles son reales por qué aparecen ba¬jo formas tan diferentes?
Una forma de explicar este fenómeno consiste en considerar la posibilidad de un sexto sentido gracias al cual los humanos percibimos la presencia angélica. Los mitos y leyendas de cultura milenaria refuerzan la noción de que ciertas personas están dotadas con un mayor nivel de sensibilidad que sus pares.
Los cinco sentidos que normalmente todos po¬seemos -vista, oído, tacto, olfato y gusto- pueden ser agru¬pados en dos categorías: directos e indirectos. Los sentidos indirectos permiten escuchar y ver cuál es la intensidad de la onda de energía. Los directos permiten saborear, tocar y oler en relación con las cualidades físicas de los objetos con que entramos en relación directa. Usualmente los cin¬co sentidos proporcionan percepciones acertadas, salvo cuando, como sucede con los artistas que trabajan con la ilusión de la perspectiva, el ojo se engaña.
Cada sentido opera en un plano separado per¬cibiendo distintas cualidades de la existencia. Estos planos son extremadamente limitados. El oído y la visión humanas, por ejemplo, son capaces de captar sólo un pequeño espec¬tro de la onda de energía. El ojo no puede percibir las invi¬sibles frecuencias de la luz y muchos sonidos resultan de¬masiado agudos o demasiado graves para ser captados por el oído. Lo mismo es válido para los sentidos indirectos. Los humanos jamás podremos percibir, por ejemplo, ciertos ma¬tices infinitesimales del aroma que puede percibir un sabue¬so ni podremos saborear un pez de río haciendo vibrar to¬do nuestro cuerpo, como sí pueden hacerlo los gatos.
Una parte de nuestro cuerpo es capaz de acusar recibo de ciertos estímulos del entorno, mientras que otras permanecen indiferentes a ellos. Esta afirmación, aunque no es compartida por todo el mundo, resulta, sin embargo, fá¬cilmente comprobable. Algunas frecuencias de sonido pue¬den afectarnos, poniéndonos nerviosos y estresados, sin que seamos conscientes de ello. Precisamente de este recurso se valen las películas de terror. Los productores cinematográfi¬cos saben muy bien cómo estimular sonoramente nuestro "sexto sentido" para inducir la sensación de miedo. Posible¬mente ésta no sea la única manera en que nuestros cuerpos pueden tener una vivencia de la energía que resulta imperceptible para los sentidos «normales». Si las visiones de án¬geles son reacciones a un estímulo exterior, entonces el re¬ceptor de este sexto sentido puede ser el cerebro mismo.
El cerebro es un órgano extremadamente sensi¬tivo conectado directamente con el sistema nervioso, el cual es el conducto de todos los sentidos. Nosotros nos valemos del cerebro como órgano activo para pensar y crear. ¿Pero, no sería también posible que el cerebro actuara también co¬mo un órgano pasivo capaz de percibir energía, tal como lo hacen los ojos y los oídos? Si esto fuera así, las visiones de ángeles muy bien podrían ser el producto del estímulo pro¬ducido por una energía cuya frecuencia es imposible de ser captada por los cinco sentidos "normales".
Aunque esto no es más que una especulación, provee una buena explicación de por qué los ángeles apare¬cen bajo diferentes formas en distintas culturas. Si admitimos que el cerebro tiene la capacidad de ser, además de un órga¬no activo, un órgano pasivo, es dable suponer que puede combinar su función receptiva con sus conductas activas, y, si esto es así, resulta fácil deducir que aquello que el cerebro perciba inevitablemente aparecerá mezclado con pensamien¬tos e ideas inconscientes. Esta es una explicación posible del hecho de que las visiones angélicas sean diferentes para ca¬da persona: cada ser adopta la visión acorde, tanto con su he¬rencia cultural como con sus concepciones personales.
Por lo tanto, no resulta absurdo que una fuente de energía angélica pueda presentarse a los cristianos como el Arcángel Miguel, a los taoístas como una montaña de oro y a los chamanes como una jungla. Lo cierto es que existe una fuente de energía que cada cultura "viste" de acuerdo con las formas que le resultan familiares.
Entonces, volvamos a la pregunta del título: ¿Son reales los ángeles? La respuesta a esta difícil pregunta es que ellos son tan reales como aquellos objetos y seres a los que no tenemos dudas en calificar como «reales». Existen en un plano de energía que es percibido directamente por el cerebro y son "interpretados" en relación con la cultura y las características personales.
La nueva pregunta que se impone a esta altura de nuestros razonamientos es-. ¿Por qué esa fuente de ener¬gía aparece bajo la forma de un ángel y no de un punto de luz o de un sentimiento? Cuando el cerebro es estimulado, responde de diferentes formas y una de estas formas, preci¬samente, es la forma angélica.

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