COMO LEER EL AURA

COMO LEER EL AURA

 

¿QUÉ ES EL AURA?

 

Nuestro yo no se agota en el borde de nuestro cuerpo físico, sino que trasciende. Nuestro yo abarca mucho más que nuestro cuerpo.

 

Si usted puede responder afirmativamente alguna de estas preguntas –y es absolutamente seguro que podrá-, entonces ha experimentado alguna vez la energía del campo áurico.

 

1- Cuando está rodeado de determinado tipo de personas, ¿suele sentirse agotado?

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2- ¿Asocia ciertos colores con ciertas personas? Por ejemplo, ¿podría llegar a decir algo así como "Elena, para mí, es una persona amarilla"?

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3- ¿Ha sentido, en alguna oportunidad, intensa simpatía o antipatía por alguien?

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4- ¿Alguna vez ha podido percibir cómo se sentía una persona a partir del modo en que actuaba?

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5- ¿Alguna vez sintió la presencia de una persona determinada antes de escucharla o de verla?

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6- ¿Existen sonidos, colores y fragancias con el poder de hacerlo sentir bien o de hacerlo sentir mal?

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7- ¿Lo ponen nervioso las tormentas eléctricas?

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8- ¿Sintió alguna vez que ciertas personas lo energizan más que otras?

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9- ¿Algunos lugares le producen ganas de quedarse, y otros, de abandonarlos de inmediato?

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10- ¿Alguna vez ha ignorado la primera impresión que recibió de alguien en la seguridad de que, de todos modos, esa primera impresión terminaría por confirmarse?

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11- ¿Le ha ocurrido que, en ciertas oportunidades, un mismo lugar le resultara más confortable que en otras? ¿Ha creído advertir alguna vez esta misma sensación en sus padres, hermanos o hijos?

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Todos tenemos aura, y todos tenemos, también, la posibilidad de ver o experimentar de alguna manera el campo áurico de los demás. Sin embargo, la mayor parte de la gente desconoce este tipo de experiencia, o la toma por lo que no es.

 

Los místicos refieren haber visto luces alrededor de la cabeza de la gente, pero no es necesario ser un místico para acceder a esa posibilidad. Ver e interpretar el aura de manera efectiva es algo que se aprende, y ese proceso de aprendizaje no se vincula con la magia; implica, únicamente, una cierta predisposición, un tiempo de práctica y mucha perseverancia. Si usted es capaz de contestar afirmativamente una o más de las preguntas que formulamos antes, es porque ya ha experimentado –seguramente sin saberlo- la energía del aura.

 

Los niños tienen una facilidad particular para ver y experimentar el aura. Y a menudo trasladan estas experiencias a sus dibujos. Es frecuente que rodeen las figuras humanas con muchos colores diferentes, colores que reflejan las energías que perciben alrededor de las personas que han dibujado.

 

Con cierta frecuencia, los adultos solemos dirigirles preguntas tales como:

 

¿Por qué está el cielo púrpura alrededor de mamá?

¿Por qué el gato es verde y rosado?

¿Por qué pintaste a tu hermano de azul?

 

Por supuesto, no existen ni personas ni animales que tengan esos colores. Sucede, simplemente, que el niño ha experimentado los colores áuricos, y utiliza los crayones para expresar lo que de hecho vio. Lamentablemente, estos comentarios de los adultos sólo contribuyen a que los niños terminen por callar experiencias y conocimientos tan sutiles.

 

Aunque puede definírsela de muchas formas distintas, en general decimos que el aura es el campo de energía que rodea a toda materia. Por lo tanto, donde hay una estructura atómica hay un aura que le corresponde, es decir, un campo energético que lo rodea. Cada átomo de cada sustancia consta de electrones y protones en continuo movimiento. Estos electrones y protones son vibraciones de energía magnética y eléctrica. Los átomos de la materia viviente son más activos y vibrantes que los de la materia inanimada. De modo que los campos energéticos de los árboles y de las plantas, de los animales y de la gente, son más fácilmente detectados y percibidos.

 

El aura humana es el campo de energía que rodea al cuerpo físico, y se caracteriza por ser tridimensional. En una persona sana, el aura es elíptica, vale decir que describe alrededor del cuerpo la forma de un huevo. En el individuo promedio, puede tener entre 45 centímetros y varios metros. Se dice que el aura de los santos tiene una extensión muy superior, que puede alcanzar, incluso, varios kilómetros. Se cree que esa es una de las razones por las cuales siempre están acompañados por numerosos seguidores en todos los lugares adonde se trasladan. Y, generalmente, lo que se describe del aura de los santos es el halo sobre la cabeza, ya que es la zona áurica que con más facilidad percibe el individuo promedio.

 

 

 

Aunque el tamaño y la intensidad del aura de los santos no se pueden verificar, es sencillo deducir que, cuanto más fuerte se es desde el punto de vista físico y espiritual, tanto mayor es el campo energético que se abre alrededor del cuerpo físico, y cuanto más vital sea el campo áurico, tanto menos expuesto a las fuerzas exteriores estará quien lo emana.

 

Un campo áurico débil se define, precisamente, por la capacidad que tienen las influencias externas de hacer impacto sobre el individuo del que fluye. Una persona cuyo campo áurico es débil, seguramente será una persona manipulable y que se cansa con bastante frecuencia, más que aquel con un campo áurico fuerte. Un aura frágil refleja sentimientos de fracaso, problemas de salud y falta de control sobre uno o varios aspectos de la propia vida. Como se puede deducir de esta observación, el control de nuestro entorno comienza con el control de nuestra energía, de modo que el fortalecimiento del aura permite mejorar varios aspectos de nuestra existencia. Más adelante analizaremos dibujos de auras fuertes y auras débiles; pero, en líneas generales, el aura puede debilitarse por:

 

·                                               UNA DIETA POBRE

·                                               FALTA DE EJERCICIO

·                                               FALTA DE AIRE PURO

·                                               FALTA DE DESCANSO

·                                               ESTRÉS

·                                               ALCOHOL

·                                               DROGAS

·                                               TABACO

·                                               HÁBITOS NEGATIVOS EN GENERAL

·                                               ACTIVIDAD FÍSICA INAPROPIADA

 

El aura humana abarca dos aspectos. Por un lado, la energía de los cuerpos sutiles, como se describe en la metafísica tradicional.

 

Los cuerpos sutiles son bandas de energía de variada intensidad que rodean e interpenetran el cuerpo físico. Su función predominante es ayudarnos a coordinar y regular las actividades del alma en la vida física. Los aspectos particulares no serán abordados en este trabajo; para nuestro propósito de enseñar y guiar la experiencia, basta con citarlos como partes del campo áurico.

 

NUESTRO CUERPO INTERACTÚA CON LA NATURALEZA

     

El aspecto del campo áurico en el que más se ha enfatizado hasta aquí es el de la energía como emanación del cuerpo físico. Vivimos en una época en que la ciencia y la tecnología tienen la capacidad de verificar los campos de energía de todo ser vivo, especialmente los que emanan del hombre. Estas emanaciones energéticas del cuerpo implican, a su vez, campos magnéticos, eléctricos, electromagnéticos, sonoros y luminosos. Algunos de ellos son generados en el interior del cuerpo, otros son recibidos desde afuera y transformados por el cuerpo. Esta interacción natural entre un campo de energía y otro puede ser vista como una suerte de ósmosis entre nuestras energías y las del medio que nos circunda. Nosotros absorbemos energía de las plantas, de los árboles, de las flores, de los animales y hasta del aire mismo.

 

Parte del significado y el poder de los tótems, tal como se los encuentra en la tradición indígena de América y de otras sociedades primitivas del resto del mundo, por ejemplo, consiste en la incrementación de la energía propia a través de la energía totémica. Cuanto mayor es el contacto del individuo con el tótem, tanto más poderoso deviene. Como veremos al considerar las dimensiones del aura, ella es más fuerte y más grande cuando se está en contacto con un elemento natural. Si la persona está calzada, el resultado de la medición será diferente del que se obtiene si está descalza, porque el contacto directo con la tierra tiene una influencia decisiva. Vale decir que las auras son distintas bajo distintas circunstancias.

 

Las energías de la naturaleza son, entonces, fácilmente absorbidas y transformadas por el cuerpo. Un modo habitual de curación consiste en hacer que el individuo que padece una enfermedad cruce el océano durante la convalecencia. El medio oceánico tiene los cuatro elementos básicos de la vida: el fuego del sol, el aire marino, el agua y la tierra. El cuerpo humano puede absorber esa energía y transformarla en salud, ya que de ese modo es sistema energético en su totalidad se restablece. La asociación y el contacto con los cuatro elementos primordiales restituyen el equilibrio individual.

 

Sin embargo, el aura no está constituida por energía absorbida y transformada a partir de elementos de la naturaleza. Es más bien una sutil interacción entre el cuerpo y los campos de energía celestes. La influencia de los astros –tal como se describe en la astrología- es captada y transformada en expresiones de energía dentro del individuo. Algunas influencias planetarias pueden impactar de manera más intensa y evidente que otras. Cada persona tiene su propio sistema de energía y su forma individual de intercalar y trabajar con las sutiles influencias que nos rodean. Con un poco de estudio, perseverancia y autoexamen, es posible incrementar la percepción de esas influencias y aprender a trabajar con ellas creativa y productivamente.

Es preciso que conozcamos cómo nuestro campo áurico interactúa con las fuerzas y energías exteriores, cómo nuestra aura afecta la energía de los otros y es afectada por ella. Por eso, es fundamental que aprendamos a reconocer los límites y la fuerza de nuestro campo de energía, y a detectar los momentos en que resulta necesario desarrollarlo, equilibrarlo, o limpiarlo.

 

LAS CARACTERÍSTICAS DEL AURA

 

Ahora estudiaremos las propiedades que todas las auras comparten, para luego incrementar la percepción y el conocimiento de nuestra propia aura.

 

1-           Cada aura tiene su frecuencia particular.

 

Cada campo de energía es único en sí mismo, pero no es absolutamente diferente de los demás, ya que entre todos los campos hay ciertas similitudes. En efecto, toda aura tiene campos sonoros, luminosos y electromagnéticos, lo que varía de individuo a individuo es la intensidad de esos campos. Es decir que cada persona tiene su propia y única frecuencia.

 

Cuando la frecuencia de nuestra aura se acerca a la frecuencia del aura de otra persona, sentimos hacia ella una natural inclinación o empatía, nos resulta fácil la comunicación. Para algunos, la empatía que se da naturalmente entre determinadas personas obedece a una posible conexión entre ellas en vidas pasadas. Sin embargo, estudios muy serios al respecto demuestran que, aunque esta idea no puede descartarse de plano, las personas que experimentan empatía tienen un patrón áurico similar, lo que determina una frecuencia similar en los niveles físico, emocional, mental y espiritual.

 

En el caso contrario, cuando la frecuencia del aura de una persona es muy diferente de la nuestra, solemos experimentar hacia ella sentimientos de displacer, de incomodidad, de agitación. Eso no significa que con ella el entendimiento sea absolutamente imposible, sino que nuestros campos de energía no están en consonancia. Sin embargo, lo que inicialmente se plantea como una disonancia puede convertirse en lo contrario si mantenemos con la otra persona un contacto estrecho durante un período prolongado. Los casos de atracciones muy intensas entre individuos totalmente diferentes, que suelen explicarse como "atracción de los opuestos", reflejan esa circunstancia.

 

Las sutiles "primeras impresiones" que todos, sin excepción, recibimos de alguien son simplemente el producto de una armonía o un choque entre nuestras auras. Y todos, también, tenemos la posibilidad de aprender, de cambiar y ajustar la frecuencia de nuestra aura a través de la práctica. Ciertos ejercicios específicos permiten, en efecto, "sintonizar" la frecuencia áurica del entorno y de la gente que nos rodea. En algunos casos, incluso, este ajuste se da manera natural, como un mecanismo de autoprotección. Cuando ello no sucede, es necesario ejercer un control consciente sobre la frecuencia del aura, que nos permita interactuar con otros campos de energía, de manera enfática o suave, según sea necesario. Esta forma de control también se aprende.

 

2- Nuestra aura puede interactuar con el campo áurico de los demás.

 

Dadas las fuertes propiedades electromagnéticas del aura, constantemente expele y absorbe energía. Cada vez que estamos en contacto con otra persona, hay un intercambio energético que provoca que le demos algo (por ejemplo, relacionado con los aspectos eléctricos del aura) y a la vez tomemos algo de ella (algo relacionado, por ejemplo, con el aspecto magnético del aura). Si interactuamos con muchas personas, tanto mayor será el intercambio de energía.

 

A menos que seamos conscientes de ese intercambio, al final del día habremos acumulado un montón de "escombros" de energía que se manifiestan en ideas, sentimientos y pensamientos extraños. Habrá días, incluso, en los que pensaremos si no nos estamos volviendo locos. Sensaciones de esta índole no tienen nada que ver con nuestro estado psíquico en sí mismo, sino con la cantidad de energía que acumulamos a través del contacto con otras personas al cabo del día.

 

Todos conocemos personas que absorben mucha más energía de la que entregan. Cuando conversamos con ellas, ya sea personalmente o por teléfono, quedamos exhaustos. Cuando se van, o finaliza la charla, experimentamos la sensación de haber recibido un golpe en el estómago. Esto se debe al intercambio unilateral de energía, a que "arrancan" energía de nuestra propia aura. Hay varios ejercicios que permiten balancear cada día la energía de nuestra aura, y prevenir el desventajoso intercambio unilateral de energía.

 

3- El campo de energía humano puede interactuar con el campo animal, el mineral y otros campos de energía.

 

Toda materia, animada o inanimada, tiene campos de energía que obedecen al carácter atómico de su estructura. Los campos animados son más fuertes y más fácilmente detectados, pero unos y otros pueden ser utilizados para ampliar nuestro campo energético individual.

 

La interacción con la energía de la naturaleza nos permite balancear y limpiar nuestra aura. La difundida costumbre de abrazar a los árboles, por ejemplo, tiene su razón, ya que éstos constituyen campos dinámicos de energía, que interactúan con los campos energéticos humanos también de manera dinámica. Cada árbol tiene su propia y única frecuencia, así como la tiene cada ser humano. Por este motivo, se puede abrazar a diferentes árboles con diferentes propósitos. Abrazar a un sauce, o sentarse debajo de él durante cinco minutos, por ejemplo, alivia el dolor de cabeza. El pino actúa sobre la energía humana, limpiándola, es decir, absorbiendo del campo áurico las emociones negativas, especialmente los sentimientos de culpa. Pero, lejos de dañarse por la influencia de energía negativa, el pino la reabsorbe como un verdadero fertilizante que redunda en favor de su desarrollo.

 

Los cristales y las piedras cobraron renovada popularidad en la década de 1980 debido, precisamente, a sus propiedades electromagnéticas. La energía liberada por ciertos cristales y piedras es absorbida fácilmente por el campo áurico humano. Una manera adecuada de comprobar el efecto de la energía de árboles, piedras y cristales en el ensanchamiento de nuestra aura es realizar ejercicios que permitan medirla, tales como los que explicaré en los capítulos siguientes.

 

También el aura de los animales interactúa con el aura humana. Existen serias investigaciones referidas a la influencia benéfica de las mascotas sobre personas enfermas o ancianas. Ayudan a balancear el aura, estabilizando las energías físicas, emocionales, mentales y espirituales.

 

4- Cuanto mayor es el contacto, mayor es el intercambio de energía.

 

Nuestra aura deja su impronta en los entes con los que interactuamos, ya se trate de otra persona, del contexto en general o de un objeto en particular. Cuanto más prolongado y cercano sea el contacto, más enérgica será la impronta. Es el carácter electromagnético del aura el que hace que magneticemos a personas, objetos y lugares. Si acostumbramos a sentarnos siempre en la misma silla, por ejemplo, dejaremos nuestra impronta en ella, las huellas de nuestra energía. Por la misma razón, quien ha tenido, en la infancia, un cuarto propio, recordará que la sensación de estar allí es muy diferente de la que se tiene en el dormitorio de los padres o de los hermanos.

 

Nuestra aura carga el entorno con un patrón de energía similar al propio. Es por esta simple razón que muchas personas no logran conciliar el sueño si no están en su propia cama; las camas ajenas no tienen el patrón de energía que les resulta confortable. Cuando nos mudamos de domicilio, el tiempo que nos lleva adaptarnos a los cambios de casa, a los cambios de cama, etc., es el tiempo que se toma nuestra aura para magnetizar y armonizar el ambiente y los objetos con su propia frecuencia de energía.

 

Lo mismo ocurre cuando compramos una prenda nueva, o con cualquier otro objeto. La frazada preferida, o el juguete favorito de los chicos, están magnetizados con la energía de su propia aura, porque la frazada y el juguete absorben esa energía. De ahí que, cuando tienen un problema o sienten miedo, buscan protección e esos objetos. Tenerlos en la mano, entrar en contacto con ellos, les sirve para recargar, balancear, restablecer el contacto con su propio patrón de energía. Después de un día de mucha actividad, o de emociones muy fuertes, el juguete o la frazada se convierten en una fuente de la cual extraer la energía que han perdido. Esto explica por qué los chicos se sienten tan disgustados cuando se dan cuenta de que la mamá lavó la frazada, o el juguete; en el proceso de la limpieza, estos objetos pierden la energía con la que han sido cargados.

 

Lo mismo sucede con los objetos ligados a la meditación y la oración, por ejemplo, una mantilla. Cuanto más se los usa, más magnetizados están, y ejercen influencia sobre el individuo que medita o que reza, en el sentido de que le resulta más fácil predisponer su mente y espíritu si tiene esos objetos que si no los tiene.

 

La psicometría (medición y lectura de las vibraciones de los objetos) se basa, justamente, en la interacción del aura individual con los diferentes objetos. Cuanto más prolongado sea el contacto de una persona con un objeto determinado, más fuertemente cargado resultará con un patrón de energía similar a la del individuo. Una persona perceptiva, por lo tanto, puede tomar en sus manos un objeto y sentir la impronta de aquel a quien pertenece.

 

Cuanto más nos exponemos a ciertos patrones de energía, más nos exponemos a ciertos patrones de energía, más somos influenciados ellos por nosotros. Si el campo energético con el que entramos e relación es más fuerte que el nuestro, fácilmente ese campo logrará que el nuestro entre en resonancia con él, y viceversa. Y aquí reside el porqué de la gran influencia que ejerce un grupo. En efecto, la energía de un grupo es mayor que la de un individuo ordinario. Cuanto mayor sea el contacto del grupo con el individuo, más entrará el aura individual en armonía con aura grupal, y más reflejará sus características.

 

Los contactos íntimos, como los de carácter sexual, provocan un complejo intercambio energético. El sexo crea un poderoso intercambio de energía áurica entre las personas involucradas, y como la conexión energética es más prolongada y estrecha que la de cualquier contacto ordinario, no resulta fácil balancear la energía, ni una tarea rápida. Sin embargo, esas dificultades únicamente aparecen en el caso de un encuentro sexual casual; una persona acostumbrada a relacionarse íntimamente con varias parejas a la vez entrará en relación con niveles muy sutiles de energía, de personas muy diversas, si no tiene tiempo de "limpiarse" de la energía anterior.

 

Cuanto más prolongado e íntimo es el contacto con otra persona, más sutil y poderosa es la interacción de los campos áuricos. Los padres (especialmente las madres) comparten algunas de sus energías con los hijos en el curso de sus vidas. En las relaciones muy fuertes e intensas, las energías se comparten y combinan de manera dinámica. Un aspecto importante del proceso de duelo por la muerte de un ser querido es la liberación, por partes de sus deudos, de las energías muertas que esa persona compartió con ellos. La duración de ese proceso es directamente proporcional al tipo de relación que se ha mantenido con la persona fallecida. Incluso en las familias en que las relaciones no parecen ser demasiado estrechas, existe, después de un deceso, una fuerte sensación de debilidad, de astenia, que obedece a la pérdida de las energías del muerto que aún se encuentran en el cuerpo de los deudos.

 

5- El aura –y los cambios que se producen en ellas- refleja los aspectos físicos, emocionales, mentales y espirituales del individuo.

 

Los colores, la claridad y luminosidad que manifiestan, el tamaño y la forma del aura, y todas sus características particulares, provocan información acerca del ser, particulares, proveen información acerca del ser, del individuo que la emana. Por esta razón, no basta con aprender a ver el aura; hay que aprender también a interpretarla, lo que es un poco más difícil. En general, un campo áurico débil nos hace más susceptibles a las influencias externas (ver el diagrama de la página... del libro guía). Un buen ejemplo puede encontrarse en nuestro lugar de trabajo. Cuando estamos descansados y serenos, el ruido dentro de la oficina –el murmullo, las máquinas de escribir o el tecleo más sutil de las computadoras- no nos afecta demasiado y podemos ignorarlos fácilmente para concentrarnos en nuestro trabajo. En cambio, cuando por alguna razón –por ejemplo, si estamos cansados- nuestra energía disminuye, también disminuyen nuestras vibraciones áuricas. Los ruidos del entorno ingresan en nuestro campo áurico y crean en nosotros una sensación de disgusto e incomodidad. Cuanto más prevenidos estemos de este fenómeno, tanto más fácil nos resultará tomar las medidas para preservarnos de él, manteniendo protegida y balanceada nuestra aura.

Cada vez que tenemos una reacción emocional fuerte, se produce un cambio en nuestra aura. Esa reacción puede afectar el color, o la forma, o cualquiera de los variados aspectos del aura. Lo mismo sucede con las respuestas mentales o espirituales. Todas las actividades en que estamos involucrados se reflejan, de una manera u otra, en nuestra aura. (En un capítulo posterior aprenderemos a interpretar nuestras percepciones áuricas, especialmente las que están relacionadas con el color.)

 

Tanto los colores en sí mismo, como su intensidad, varían de manera contrastante a lo largo del día. Todo depende de lo que esté sucediendo en nuestra vida.

 

Por lo general, hay una o dos vibraciones de color que son más constantes que el resto. Esta constancia refleja patrones de energía que mantenemos por ciertos períodos más o menos prolongados, que abarcan desde un mes hasta un año. La cuantificación del color durante ese período puede constituir una suerte de "barómetro". Por ejemplo, la abundancia de verde en el aura con una extensión de entre 1,20 y 1,80 metros alrededor del cuerpo puede reflejar un período de crecimientos y cambio que se extenderá durante cuatro o seis meses. Sin embargo, no se puede ser demasiado rígido en este tipo de interpretación. En el curso de un día, puede ocurrir una amplia variedad de cambios de colores, que se sobreimprimen al patrón básico de la energía correspondiente a ese período de nuestra vida. Dentro del verde, por ejemplo, puede haber muchos otros colores e intensidades, y todos ellos son el reflejo de diferentes aspectos de crecimiento y cambio. Por eso, la interpretación del aura presenta cierta dificultad, y requiere que se efectúe un proceso de prueba por acierto y error, a lo largo del cual se pongan en juego tanto nuestros conocimientos como nuestra intuición.

 

Ejercicio para "empujar" el aura y probar existencia del campo áurico

 

Hay un ejercicio que puede ser llevado a cabo fácilmente con un amigo o conocido. Constituye una buena forma de testear que la energía que nos rodea está relacionada con nuestro cuerpo físico, y lo afecta de manera muy intensa.

 

1- Haga que su amigo se pare en una misma línea con usted, ofreciéndole la espalda.

 

2- Ubicado a unos 90 centímetros de la espalda de su amigo, levante los brazos y las manos como si estuviera empujando una pared invisible.

 

3- Repita los movimientos. Empuje la pared invisible, deje de empujarla y vuelva a empujar. Haga los movimientos de manera lenta y pausada.

 

4- Cuando usted realiza estos movimientos, está empujando el aura de su amigo. Como resultado, su cuerpo físico se balanceará hacia adelante y hacia atrás.

 

5- Como su amigo le ofrece la espalda, no podrá ver sus movimientos y, por lo tanto, el movimiento de su cuerpo no podrá atribuirse al hecho de saber que usted está empujando su aura.

 

6- Algunas veces, el movimiento que resulta del ejercicio no e fácilmente detectado por los participantes. Si esto ocurriera, detectado por los participantes. Si esto ocurriera, incorpore a una tercera persona como observador. Debe sentarse o pararse a 1,50 metros, y de ese modo el movimiento será detectado manifiestamente.

 

7- Al cabo del ejercicio, alterne con su compañero para que él empuje su aura. Por último, sitúese usted mismo en la posición de observador. Reacuérdese que está iniciando un proceso que confirmará la realidad del campo áurico que rodea al cuerpo físico.

 

8- Cuando el movimiento que se produce es muy intenso, conviene situar a otra persona adelante de aquella cuya aura está siendo empujada. Es el modo de prevenir posibles caídas.


LA ANATOMÍA DEL AURA

 

Así como mi cuerpo es una forma compleja en la confluyen muchas otras formas, mi aura también lo es. Ella es un cuerpo sutil hecho de luz, pero no menos contundente que el cuerpo físico.

 

El aura tiene una forma determinada, o está constituida por emanaciones de luz que, el ser fluctuantes, no siguen un diseño constante?

 

A esta pregunta respondemos diciendo que el aura sí tiene una forma o modelo definido, y que esa forma es ovoidal. El aura, en sentido estricto, es un ovoide de emanaciones de luz que rodea e interpreta el cuerpo físico. Mide entre 40 y 50 centímetros, pero como el material de que está formado es muy elástico, puede expandirse más allá de esos límites. Así como hay individuos introvertidos y otros extrovertidos, hay individuos con mayor capacidad de proyección del aura que otros.

 

¿Por qué, siendo el aura un conjunto de emanaciones de luz, puede mantener una forma definida? Merced a las corrientes subyacentes de energía, las cuales integran un campo magnético.

 

La totalidad del aura está compuesta de diferentes tipos de emanaciones. Nuestro cuerpo material genera un campo de corrientes eléctricas (un campo eléctrico) a nuestro alrededor. Este es el primero, y el más denso, de los diversos campos de fuerzas que constituyen la totalidad del aura.

 

Los estudiosos de la energía generada por los cuerpos aseguran que tenemos un segundo cuerpo, el que si bien es de naturaleza física, resulta más etéreo y tenue si lo comparamos con el que solemos denominar cuerpo físico. El ocultismo lo llama cuerpo astral; nosotros, en cambio, lo llamamos cuerpo etéreo. A pesar de esta denominación, sin embargo, no debemos olvidar que se trata de un cuerpo de naturaleza física. En realidad, se trata del cuerpo físico más genuino, ya que nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte, y es mucho más estable que el cuerpo material, sujeto a constantes cambios y alteraciones de todo tipo.

 

En el cuerpo etéreo no sólo ingresa y egresa materia física, sino también energía. Tales energías circulan a través de él, abastecen sus necesidades energéticas y luego son irradiadas en forma de luz neblinosa que se extiende algunos centímetros más allá de la superficie corporal. Esta luz neblinosa es el aura etérea.

 

Pero si no remitimos a los testimonios de quienes han conseguido percibir el aura de seres espirituales muy evolucionados, comprobemos que esos seres tienen auras muy extensas, que pueden medir aun varios kilómetros. De Buda se afirma, por ejemplo, que su aura medía 298 kilómetros. Es el aura espiritual. También, algunos seguidores de Sai Baba afirman que tiene un aura mucho mayor que el común de los mortales. Una anciana mujer, Vera, que desde pequeña había cultivado el espíritu y tenía un gran entrenamiento para ver el aura, viajó a la India para estar con él y luego me refirió lo siguiente:

 

El aura de Sai Baba es la más luminosa que yo haya visto jamás. Sus colores son intensamente brillantes, y es tan extensa, que cuando Sai Baba camina, parece un cometa. Tan extendida está su aura, que desde mi lugar de observación no pude calcular dónde terminaba, cuál era el límite preciso. Yo sólo he observado algo semejante en él, pero sé que los seres que han dedicado intensamente a cultivar su espíritu tienen el aura mucho más desarrollada que nosotros. La explicación es sencilla: si el aura es irradiación de energía, ellos tienen mucha más energía espiritual que el común de los hombre, luego, tienen mucha más energía para irradiar.

 

Cuando visité a Baba en la India, lo hice junto con un grupo muy grande de personas. Muchos de mis compañeros de viaje aseguraban que mientras Baba estaba presente, no lo habían visto al él, sino que habían visto una luz muy intensa que se extendía por toda la habitación y que se derramaba, incluso, en la parte exterior de la casa. Muchos llegaron a preguntarme, incluso, si el maestro tenía realmente una existencia física, o era sólo un ser de luz. Pues bien, la respuesta es que Sai Baba tiene existencia física, pero su espiritualidad es tan grande que su aura es muy extensa y luminosa, y se hace evidente aun para quienes no están muy entrenados en su lectura.

 

Como puede observarse, entonces, el aura no es una estructura absolutamente homogénea, sino que en ella es posible distinguir diferentes conformaciones o niveles. Pero, además, sus medidas no son constantes conformaciones o niveles. Pero, además, sus medidas no son constantes, ya que el intento de comunicación la expande. Por ejemplo: cuando nos enamoramos, cuando mimamos a nuestros hijos, cuando desarrollamos una actividad vinculada con la profesión que amamos, también cuando hablamos en público, o realizamos un acto comunicativo de cualquier otra clase, nuestra aura se expande significativamente. La uniformidad de tamaño con que aparece representada en diferentes publicaciones, obedece a una simple cuestión de convención.

 

Por lo general, los contornos del aura son esfumados para permitir la normal circulación de energía, pero el dolor, la angustia y la enfermedad son capaces de hacerle modificar esa característica. En circunstancias como las mencionadas, el aura se visualiza como "encerrada" en su propio contorno. Hay emociones que también pueden tornarla más densa y hacer que sus colores se vean más opacos o turbios. Su capacidad para reflejar los cambios de la persona de la que fluye la energía es una de sus cualidades distintivas.

 

De modo que el aura constituye un espejo fiel, no sólo de nuestro estado físico, sino también de nuestro estado espiritual, mental y emocional. A través de la lectura del aura podemos determinar el momento físico y psicológico que atravesamos nosotros mismos o que atraviesan otra persona. Es más, a pesar de que nuestra innata capacidad de olvido nos permite liberarnos, al menos en parte, del recuerdo de situaciones muy traumáticas de nuestra vida, ellas quedan registradas en el aura. ¿De qué forma? Como remolinos de energía de mayor densidad.

 

Ahora bien, los cambios que se producen en el aura no son cambios totales. Hay una parte del aura que es relativamente estable, y que podríamos considerar el fiel reflejo de nuestra personalidad en su conjunto. En efecto, nuestras variaciones anímicas, por ejemplo, modifican nuestra disposición a la alegría y la tristeza, pero esa disposición variará siempre de acuerdo con un determinado "patrón". Este patrón más o menos fijo puede identificarse con nuestra personalidad, con nuestro "yo".

 

¿QUÉ LEEMOS EN EL AURA?

 

Cuando leemos el aura, por lo tanto, leemos simultáneamente tres cosas:

 

·                            las características innatas,

·                            Las huellas de la experiencia y

·                            Las posibilidades de desarrollo en el futuro, es decir, las potencialidades.

 

 

 En una persona emocionalmente equilibrada existe una mayor simetría entre la zona superior y la inferior del aura, simetría que se refiere tanto a la forma como el color. Quienes han podido ver el aura de los grandes meditadores, o de los pacifistas, revelan su armonía de forma y de color. Una mujer que aseguraba haber visto el aura de Gandhi, la describía de esta manera:

 

Era un aura de una gran belleza, producía placer observarla, porque parecía una verdadera obra pictórica. En efecto, su armonía era tal, que parecía salida de la armónica imaginación de un pintor. Todos los colores llegaban hasta el borde mismo del aura con igual intensidad. En la mitad, la atravesaba horizontalmente una franja del horizonte, y abajo y arriba de ella, los colores se ubicaban simétricamente, espularmente. Cuando vi ese espectáculo, recordé que los antiguos decían: "Así es arriba como abajo", para significar que cada ser terreno participa de la sustancia celestial y, por lo tanto, de la armonía del Cosmos.

 

LOS CHAKRAS

 

Los chakras son centros de energía que se encuentran en el interior del aura, de modo  que forman parte fundamental de su estructura. Los chakras mayores son siete, y están situados en las siguientes zonas del cuerpo. La coronilla de la cabeza, la frente, la garganta, el corazón, el plexo solar, la región genital y la base de la columna. Más adelante, veremos que es posible, sin embargo, reconocer hasta doce de estos centros de los que emanan energía.

 

La relación que guardan entre sí los chakras es muy compleja, pero también es armónica, por lo que se puede decirse que conforman un verdadero sistema. En tanto son centros de energías, resulta fácil deducir por qué los cambios emocionales u otro tipo de cambios se reflejan en el aura. Una emoción fuerte, como los celos o la ira, por ejemplo, consumen mucha energía. Cuando una persona experimenta ese tipo de emoción, se produce un vaciamiento de energía en el plexo solar, y como el aura está constituida por las emanaciones energéticas del cuerpo físico (entendido éste en un sentido amplio, es decir, considerando también al cuerpo etéreo), el fenómeno operado se refleja en ella. Ese vaciamiento de energía se inscribe en el aura, aunque su marca no perdura allí por mucho tiempo.

 

Otros sentimientos, como la depresión y la angustia, por el contrario, al tener un "tempo intrínseco" más lento, permanecen inscriptos en el aura durante más tiempo. La enfermedad también produce sensibles modificaciones de la energía que emana de los chakras, de modo que también se reflejan en el aura las diversas enfermedades.

 

EL DESARROLLO DE LA AUTO PERCEPCIÓN

 

Todos podemos percibir el aura. Algunos sienten de manera natural, pero ellos son elegidos. Tienen una sensibilidad privilegiada, y han arrastrado hasta la vida adulta su permeabilidad infantil. Otros –la mayoría- deben despertar la percepción dormida.

 

Podemos clasificar a las personas, según sea mayor o menor su capacidad de percibir el aura, en tres categorías. Una estará integrada por aquellos que no creen en la existencia del campo áurico. La otra incluirá a aquellos que sí creen en ella, pero no creen que pueda ser visto. Finalmente, la última está integrada por los que creen ambas cosas. Afortunadamente, se puede probar tanto que existe el aura como que puede ser percibida.

 

La mayoría de la gente sólo cree experimentar aquello que le resulta esencial para la vida inmediata. En la actualidad, y debido a las urgencias cotidianas, las personas desconocen las funciones y actividades del cuerpo físico. Y aunque el desconocimiento es, en verdad, generalizado, su difusión no lo hace menos perjudicial, ya que priva a los seres humanos de percibir las energías más sutiles de su propia vida.

Este capítulo está destinado a incrementa la conciencia y la percepción de los más leves campos energéticos que lo rodean. Ese aumento de la conciencia y la percepción sin dudas lo ayudará a  sentir y ver las emanaciones de energía de su propio cuerpo, y a entender las influencias que recaen sobre usted. La práctica y la constancia son la única clave del triunfo.

 

Los ejercicios están organizados de manera progresiva. Comienzan con simples prácticas, a través de las cuales usted podrá comenzar a sentir y experimentar algunas de las más sutiles energías áuricas, y concluyen con ejercicios más elaborados, destinados no sólo a percibir las energías, sin también a verlas.

 

Lamentablemente, cuando hablamos del aura nos enfrentamos a todo un sistema de creencias propio de cada persona. A pesar de las verificaciones científicas, si la creencia en que "esas cosas no existen" está muy arraigada, la apertura hacia nuevas realidades se verá muy dificultada. La mayoría de la gente crece, se desarrolla y se relaciona sin el suficiente conocimiento de las energías sutiles que influyen sobre su vida. Esa falta hace que, aun cuando viva experiencias concretas al respecto, las atribuya a su propia imaginación. Estos ejercicios lo ayudarán a limitar la influencia de ideas negativas, abriéndolo un mundo de sensaciones que probablemente usted haya clausurado al concluir su infancia. Por medio de ellos, se incrementará su sensibilidad, lo cual devendrá en un ensanchamiento de la conciencia visual del aura.

 

El tiempo en que usted podrá lograr resultados es variable, pero en cualquier caso, la clave es la persistencia. Al principio, algunos le resultarán más exitosos que otros. No se desaliente; tenga en cuenta que ver el aura es una posibilidad que nace con nosotros, y que es reprimida luego por la cultura. Por lo tanto, todos podemos recuperarla si nos proponemos. Sólo se necesita paciencia, perseverancia y confianza.

 

Aproxímese a los ejercicios con sinceridad, y tenga en cuenta que usted está embarcado en un largo proceso de automejoramiento, un proceso que le permitirá conocerse y conocer a los otros de una manera más íntima y fiel. Comience el aprendizaje, como primera medida, con respecto.

 

Los resultados de los ejercicios serán más efectivos cuanto más relajado se encuentre. Por el contrario, el esfuerzo excesivo puede bloquear los progresos. Aprenda a meditar y relajar el cuerpo antes de iniciarlos. Tómese un momento para usted, cierre los ojos y practique respiración diafragmática. Deténgase en cada parte de su cuerpo, comenzando por lo pies: véalos, imagínelos, envíeles calor mentalmente. Lentamente, vaya ascendiendo, sintiendo cada uno de sus músculos, hasta llegar a la cabeza.

 

Otra medida fundamental es buscar y darse tiempo para realizar las prácticas. Cierre los ojos y emplee una respiración profunda, rítmica. Puede recurrir a alguna música suave, para que el sonido pueda asistirlo en la relajación. Cuanto más tiempo se tome en focalizar cada parte de su cuerpo, tanto más relajado se encuentre, mayores posibilidades de concentración tendrá, y más sensitivo estará respecto de la sutiles estará respecto de las sutiles energías que los rodean.

 

La relajación crea una condición de hiperestesia; usted se volverá hipersentivo, si escucha, por ejemplo, la campanilla de un teléfono, ese sonido le resultará estrepitoso; los olores se volverán más fuertes; las luces y colores, más brillantes. Por esta razón, la relajación lo ayudará apercibir con más facilidad las energías del aura, dado que sus habilidades perceptivas estarán amplificadas.

 

EJERCICIO Nº1

 

Experimentación y vivencia de las energías sutiles

 

En este ejercicio usted trabajará para tensificar la percepción de las leves emanaciones de su cuerpo físico. Puede realizarlo solo, aunque, con ciertas adaptaciones, también en compañía de otra persona.

 

Sus manos son puntos en los que existe un alto grado de energía activa. Hay muchos de estos puntos en todo el cuerpo. Siete de ellos están asociados con el tradicional sistema de chakras las emanaciones de energía son más fuertes alrededor de esa áreas del cuerpo. Sus manos, no obstante, pueden transformarse en el elemento más sensitivo respecto de las energías que emanan de su cuerpo físico. Ellas pueden ser el instrumento, no sólo para sentir la energía, sino también para proyectarlas hacia afuera. Esta habilidad se denomina "Caricia de Rey", y tiene propiedades terapéuticas.


Comience sus ejercicios con las manos.

 

De esa manera, le resultará más fácil detectar las energías del aura. Cuando haya incrementado la sensibilidad en esta área, estará en condiciones de incrementarla en las otras.

 1-Siéntese cómodamente y practique relajación.

 

2-Junte las palmas de las manos y manténgalas unidas alrededor de 20 segundos. Esto lo ayudará a incrementar su sensibilidad general.

 

3- Extienda las manos y enfrente palma contra palma, manteniéndolas a unos 20 centímetro una de la otra.

 

4-Mueva lentamente las manos una hacia la otra, y acérquelas todo lo que pueda, sin que lleguen a tocarse.

 

5-Sepárelas nuevamente unos 20 centímetros, y vuelva a juntarlas de la misma forma que antes. Realice estos movimientos lo más lentamente que le sea posible.

 

6- Mientras realiza este ejercicio, preste atención a lo que siente. Puede experimentar una sensación de presión creciente, u otras sensaciones, como estiramiento, cosquilleo, engrosamiento, calor o frío o, incluso, latidos.

 

7-Tómese unos minutos para definir qué es exactamente lo que está sintiendo. No se preocupe por establecer si de hecho siente lo que cree sentir, o si lo está imaginando. Tampoco se preocupe por determinar si lo que siente es realmente lo que "debe sentir". Recuerde que usted, como todas las personas, tiene una frecuencia áurica única, y que, por tanto, las sensaciones relacionadas con el aura son también únicas. Lo que cuenta es sólo lo que usted experimenta.

 

8-Este ejercicio ayuda a desarrollar la concentración, y a percibir que su campo energético no se detiene en los límites de su piel, sino que se extiende mucho más allá de ella. Posiblemente, sienta deseos de volcar sus impresiones y experiencias en un papel para poder ir registrando los progresos. Si es así, hágalo. Tal como usted intuye, eso puede ayudarlo mucho.

 

9- Una vez que haya completado los pasos precedentes, sentirá el impulso de pasar a un nivel superior. Si es diestro, desnude su brazo izquierdo y pase por él la mano derecha a una distancia de unos 30 centímetros. Si es zurdo, haga a la inversa.

 

Ejercicio nº 1

 

10- Lentamente, vaya acercando la mano hacia el antebrazo contrario, y preste atención a lo que siente. ¿Cuánto puede acercar la mano al antebrazo sin comenzar a percibir la energía que emana de él? Recuerde que la sensación puede ser de presión, frío, engrosamiento, etc. Sus sensaciones serán más intensas cuanto más intensa haya sido la focalización previa sobre sus manos, pero, aunque no sean demasiado intensas, serán igualmente válidas. Si no siente nada, repita el ejercicio. Recuerde que el objetivo es tomar conciencia de su energía úrica.

 

EJERCICIO Nº 2

 

Experimentación y vivencia de los patrones de energía

 

Un viejo axioma oculto establece que "la energía sigue al pensamiento". Dondequiera que nuestros pensamientos están focalizados, allí está nuestro patrón de energía áurica. Nuestra aura ajusta su frecuencia en concordancia con nuestros pensamientos. Si pensamos, por ejemplo, en una reunión importante, nuestra aura ajustará su frecuencia a una vibración "seria", es decir, acorde con la ocasión. Si, por el contrario, estamos planificando las vacaciones, durante el tiempo que destinemos a hacerlo nuestra aura adoptará una frecuencia relajada. Aprender a percibir y controlar nuestra aura nos ayudará a tomar mayor conciencia de los patrones de energía de los pensamientos que proyectamos al exterior, y los que son proyectados sobre nosotros al cabo del día.

 

Todos estamos expuestos constantemente a la influencia de energías extrañas. Ellas pueden ingresar en nuestro campo áurico y afectar su equilibrio. Y pueden provenir de cualquier tipo de pensamiento o sentimiento, desde el enojo a la lujuria, desde la amistad a la manipulación. Cuanto más sensitivos nos volvamos respecto de nuestra aura, tanto más reconoceremos y controlaremos la naturaleza de las energías que absorbemos y emanamos.

 

Todos hemos experimentado alguna vez, entrar en una habitación determinada, la sensación de estar viviendo una situación que ya hemos vivido antes. La habitación tiene algo especial. El aire parece algo tenso y espeso, y nosotros nos sentimos muy nerviosos. Hay residuos de energía, proyecciones que son fácilmente detectables, y que pueden afectarnos en un abrir y cerrar de ojos si no incrementamos nuestra conciencia y sensibilidad respecto de ellas.

 

El siguiente ejercicio está pensado para que usted tome conciencia de cómo las energías exteriores pueden impactar sobre su ser. Si aprende a ampliar su sensibilidad áurica, podrá bloquear las energías negativas que producen estés y malestar.

 

1- Siéntese una posición y tómese unos minutos para relajarse de manera adecuada. Si lo desea, puede mantener los ojos cerrados durante el ejercicio, aunque no es imprescindible.

 

2- Enfrente las palmas de las manos, y con el dedo índice de una apunte hacia la palma de la otra. La distancia entre ambas manos debe llegar a unos 25 centímetros.

 

3-Respire muy pausadamente, tratando de sentir como sale y entra el aire de sus fosas nasales. Imagine que la energía crece en la mano cuyo índice apunta hacia la otra.

 

4- Después de varios minutos, comience a rotar en pequeño círculos el dedo índice que ha extendido. Visualice esta acción como un río de energía que fluye desde el dedo, y que forma un círculo que toca la palma de su otra mano.

 

5- Preste atención a lo que siente en la palma de la mano sobre la que envía la energía. Al igual que ocurre en el ejercicio anterior, el sentimiento experimentado varía mucho de persona a persona. Usted puede sentir un círculo de calor, una cierta presión, o un cosquilleo. En este punto del ejercicio, si aún no ha cerrado los ajos, le conviene hacerlo, ya que de esa forma la sensación que experimente será más fuerte. Cuanto más logre focalizar la energía que proyecta a través de su dedo índice, tanto más intensa será la sensación.

 

6- Luego de experimentar la sensación causada por la energía de su dedo índice sobre la palma de la mano, haga lo mismo sobre su antebrazo desnudo. Visualice nuevamente un río de energía en forma de espiral, que sale de su dedo índice. Preste atención a lo que siente. Quizás experimente la misma sensación con mayor intensidad. A través de ejercicios como éste, comenzará a reconocer los sentimientos que experimenta cuando algo impacta sutilmente en su campo de energía.

 

7- Una variación de este ejercicio puede ser practicada con otra persona. Haga que ella se ubique frente a usted, dándole la espalda. Sienta que de su dedo índice fluye un río de energía en forma de espiral, y diríjalo hacia la espalda de su compañero de ejercicio, describiendo en el aire figuras geométricas simples (triángulos, cuadrados, rectángulos). Trate de que la otra persona identifique cuál es la figura geométrica que usted describe. Por supuesto, haga el ejercicio sin tocar en ningún momento a su compañero.

 

8- Preste atención a lo que siente y experimenta, y compárelo con lo que sintió durante el ejercicio anterior.

 

9- Gradualmente, incremente la distancia. ¿Cuánto puede distanciarse de su compañero sin que él deje de percibir la energía que usted le envía? ¿Desde qué distancia, en consecuencia, puede enviarse energía a otra persona? ¿Las sensaciones cambiaron con la variación de la distancia?

 

VISTA CEPE DE ARGENTINA

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